El estío me ha traído un par de lecturas sobre Miguel de Cervantes. Para muchos es la persona que inventó la ficción con su célebre personaje que quedó chiflado por leer novelas de caballería, las novelas le dañaron la mollera. Es una fantasía que ha recorrido gran parte del planeta recibiendo, en su momento, elogios más fuera de España que dentro del reino. El tiempo fue enmendando esa indiferencia hasta hacerlo representativo de la identidad española y quienes hicieron más por difundirlo fueron los editores catalanes. Se ha convertido en uno de los libros más vendidos de toda la historia editorial. Los odres del tiempo lo hacen mejor. En esas lecturas hay un hecho que me llamó la atención es que 1590 Miguel de Cervantes solicita ante el Consejo de Indias viajar a los territorios de ultramar. El Consejo le deniega la solicitud y le conmina a buscar algún trabajo en la península. Es un dato que no puede pasar desapercibido, tiene mucha miga y nos inunda de preguntas como ¿acaso hubiéramos tenido un Don Quijote transatlántico, de dos mundos?, ¿Cómo sería este caballero en tierras amerindias más rico en contradicciones?, ¿Contra qué molinos y otras pesadillas hubiera luchado? Muchos de sus viajes y batallas le sirvieron a Cervantes para recrear el mundo del caballero de la triste figura, América seguro que no lo hubiese decepcionado. Para traerlo al palustre a este andante de caminos hay un dato que es muy revelador. En 2005 la editorial Tierra Nueva, seguro que con mucho esfuerzo, editó en Iquitos la novela de Don Quijote. La portada y los doce dibujos interiores fue hecha por el pintor amazónico Gino Ceccarelli Bardales.Fue prologada por el generoso profesor Luis Jaime Cisneros. Es decir, que luego de 415 años Don Quijote por fin visitó la floresta, es una suerte de justicia poética a lo que hizo el Consejo de Indias en su momento. Vamos una quijotada.

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