¿Somos tan predecibles?

Por Miguel Donayre Pinedo

Leía hace poco cuestiones de neuroética y su desarrollo es realmente impresionante, “Neuroética y neurociencia” de Adela Cortina [Tecnos, 2011]. Su vertiginoso progreso brinda lecciones, al menos, a los humanos. Mientras leía sospechaba que con los descubrimientos, realmente espectaculares, se llegaba a cierto determinismo sobre la vida humana [me olía al marxismo de los setenta y ochenta que auguraban la caída del capitalismo y el triunfo de la clase obrera, la realidad demostró lo contrario]. Estos avances señalan que casi todo está registrado en el cerebro – hay series de televisión como “Mentes criminales”, que apuntan a esa prédica, se conoce desde ya la conducta de los delincuentes – hay ecos de Lombroso o de Galileo Gall, ese peculiar personaje de  La guerra del fin del mundo. Ese derrotero, ciertamente, determinista se topa con el concepto de libertad y entonces  saltan todas las alarmas. Es como un encuentro de trenes en los mismos raíles. La libertad contiene el concepto de responsabilidad, este es un importante freno a ese determinismo perverso. Por ella, uno es dueño de sus acciones alejado de ese determinismo que prevé conductas y acciones. Muy en el fondo, somos nada previsibles.