De las fotos, columnas de opinión, reseñas, editoriales manaban lágrimas (de cocodrilo) ante la muerte de Nelson Mandela [ojo, personaje público por quien siento mucha admiración y que no es necesario auparme a esa retahíla de loas malsonantes]. Eran esos homenajes post mortem charcos, quebradas, ríos, riadas y mares salinos. Un homenaje necrológico que no tenía sentido, a mi parecer y desgranaré mis motivos. ¿En verdad de todo este tremendo aluvión y batahola (zalamera) de palabras sabían lo que él predicaba? Tiemblo al pensar porqué si no se hubieran abstenido de tamaños ditirambos. Uno de esos momentos que graficaba con precisión ese doble rasero ha sido la caricatura de Carlín en La República el 14 de diciembre de este año. Dio en la diana. De esos que se llenan de palabras sobre él líder surafricano me creía muy poco (hasta en Pro y Contra salieron opiniones sobre el tema) por qué no predican con el ejemplo. En el caso peruano tenemos que todavía luchar contra el racismo es un asunto pendiente y este fue una de las claves de lucha del líder africano. Los Pueblos indígenas, afroperuanos y otros colectivos todavía siguen postergados, son excluidos de este proyecto de Nación, su voz todavía es tenue y la mano es paternalista. Pero hala a alabar a Mandela por más que se haga lo contrario a su manera de pensar. En el caso europeo una prueba de fuego de seguir en la ruta de la lucha contra el racismo es responder razonablemente a la inmigración africana que mira el sueño europeo. Todavía hay un serio déficit. En los centros temporales de inmigrantes el trato es inhumano [en Italia los tratan como animales según un vídeo difundido por los medios de comunicación], es el limbo legal y muchas personas están más allá del plazo previsto. Las costas europeas están llenas de difuntos y cruces. De qué sirve alabar o asistir a los funerales de Mandela y no hemos cambiado en nuestra vida cotidiana nada, seguimos choleando y diciendo que esos negros africanos son un estorbo. Mejor abstenerse de adulaciones.

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