Hace dos semanas conversé con el periodista Oraldo Reátegui tratando de buscar una explicación sobre la relación que podría haber entre la alta cantidad de casos del covid 19 en Loreto, la pobreza y el desorden o indisciplina social. Saber si esto correspondía exclusivamente a la realidad amazónica. Me sorprendió que dijera que una de las causas – que a su entender pudiera tener un espacio en esta explicación – es el desdén y olvido del centralismo limeño que depositó a lo peor de la sociedad en la Amazonía a manera de cárcel y sanción.
Se entiende que esta herencia se fue trasladando genéticamente a lo largo del desarrollo poblacional de Loreto. Algo así como esa explicación simple que indica que, como a América llegaron delincuentes y criacerdos, no se podría esperar un futuro diferente al que tenemos. Como estar predestinados al fracaso, peor aún en pandemia. En realidad la explicación ante esta explosión de casos positivos es tan vasta y multidisciplinar que no se agota en unas líneas.
A propósito de esto, Alberto Chirif en su columna ¿Por qué los iquiteños no permanecen en la casa? Después de reseñar las falencias del sistema de salud como un factor crucial en las cifras altas de contagio y muerte, sostiene que la pobreza y el desorden generalizado son la causa en parte de esta realidad que en los últimos días ha empezado a remontar en parte.
Recuerda, por ejemplo, como los casos de imponer orden como el uso de cascos o la prepotencia y desobediencia de las normas de tránsito han sido amplia y groseramente apoyados por periodistas líderes de opinión, es una de las causas porque el desafío a la autoridad y desbande se impone en la “Isla Bonita”. No deja de tener razón, sin embargo da la impresión que eso se resolvería con la ejecución práctica y dura de la ley y solucionaría el problema, pero en realidad hay mucho más que eso.
Hace unos días el alcalde del distrito de Belén Jerson Lecca fue baleado cuatro veces frente a su casa. Las hipótesis señalan que se trataría de la mafia que impera en el comercio del distrito (tal vez) más desordenado del país. Intentó, apoyado en las medidas de aislamiento y distanciamiento, erradicar los comerciantes ambulantes que han creado un sistema tan perverso que no tenía cuando podía acabar.
Osea a todo estas posibles causas también se añade no sólo la corrupción sino la organización de mafias y sicarios que pone cuesta arriba la solución de los problemas en Loreto. Ante este panorama no son pocas las voces que se han activado agendando un viejo anhelo de un sector cuasi leído de Iquitos que pide a gritos federalizar Loreto. Apoyados en gestas regionalistas y evidencias históricas de abandono que se han ensalzado desde el discurso político hay quienes levantan esta bandera, presumo, porque sus intereses mercantilistas se ven afectados y aspiran estos sueños, que no son de opio, pero sí de mucho licor y aguardiente.
Y aquí estriba una explicación más. No sólo el clima tropical, el factor de la oralidad en la personalidad “charapa” sino esas ansias de tocarse y estar juntos como en un vallenato son actitudes que han sumado seguramente minimizadas y sin darse cuenta en estas cifras espantosas del Covid 19. Jaime Vásquez intentando resolver, desde el debate mediático, esta incógnita me preguntaba al respecto. (Sin desacreditar lo anterior) Yo sostengo aún – a pesar que varios años llevo lejos de ese ensueño que es para mí Iquitos – que aún la ciudad se encuentra en tránsito entre la característica pueblerina y la metrópoli que en buena cuenta ya es por los números en población que representa.
Esa condición ha hecho que casi todos se consideren familia o cercanos o vinculados en algún modo y de tal manera que siempre se asuman muy próximos. En sus fiestas, en sus comidas, en su falta de egoísmo (que parece un demérito y hasta una condición política, pero vale para la explicación coyuntural de la pandemia). Tal vez la explicación es parcial y aborde los círculos más añejos de la ciudad, pero estoy casi seguro que en los círculos o cinturones de la pobreza procedente de la migración regional interna, sucede lo mismo.
He sido maestro por varios años en el Rosa Agustina Donayre de Morey y sin ánimo de prejuicios baratos aprendí a entender e incluso a incorporarme a esa forma de vida (que extraño) en buen sentido. Aun así siempre me sacudía que siempre los alumnos se anden tocando. No cómo un acto obsceno necesariamente sino como una consecuencia del amor que brota sin pedir en los amazónicos. Ahí encontré la explicación de porqué sienten (sentimos) el vallenato como suyo cuando no lo era. Significaba la forma de cantar, acercarse sin miramientos que sumado a sus “calles estrechas cómo si las casas tampoco quisiesen separarse mucho”, son otros factores de lo que sucede en Loreto.
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