Las dictaduras o los regímenes autoritarios con el tiempo son una rémora (mental) para la ciudadanía. La cultura opaca y de inercia que conlleva a la larga los regímenes dictatoriales o autoritarios pasan factura a las personas de a pie que cada día deben buscar el pan para casa. Son un atasco al fluir de las ideas. Son un atraso para la cultura ciudadana y a los derechos. Mientras que en otros países los debates en la arena política de cuerpo a cuerpo son casi a diario entre los candidatos, aquí en España se da cuando en cuando. Al debate de las ideas y propuestas huyen los políticos de partido, ellos y ellas prefieren debates encorsetados, uno o dos, reglados al milímetro y que apenas pueden sonreír (cuando los veo así es la escena pública siempre me pregunto sí en la vida diaria o en la intimidad misma también son así- no hay una pisca de desmesura, deberían leer a Robert Musil en el “El hombre sin atributos”). Me parece que confunden el plató político. Ellos y ellas piensan que con los debates en el Parlamento y con las cámaras de televisión es suficiente, sabiendo que esos debates son muy reglamentados y sosos. Que se cumple a rajatabla el guión y no se puede salir de él, además de ser desiguales. Es más sí hay candidatos emergentes estos los vetan. Por ejemplo, en la televisión pública los políticos emergentes apenas salen (hay una cultura de la legalidad mal usada que causa abuso al fluir de las nuevas ideas políticas o movimientos). Por eso ha sido una revolución en este país que un periodista espabilado sentara en una mesa a dos políticos emergentes y discutieron de temas nacionales en plena libertad, sin poner condiciones, sin rigidez. La audiencia fue como si jugara el “Madri” o el Barcelona la final de una liga de campeones. Y todo esto en un país que se jacta que tiene más de treinta años de democracia ¿es un país normal?

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