Tras los pasos

Por Miguel Donayre Pinedo

Es un día del estío, mucha gente en la calle. El calor de la canícula es abrasador. Los rayos de sol quieren penetrar la piel. Ni un vaso de gazpacho con trocitos de jamón serrano alivia la calentura del ambiente, lo bebo y disfruto despacio cada sorbo. Me es muy difícil leer, sientes gotas de sudor que caen sobre las páginas de los libros. Los únicos comentarios o los primeros del día tiene que ver con el clima ¿y cuánto va hacer hoy?, ni te digo Sevilla, se ganan las palmas de las altas temperaturas. A pesar de estos enfados y reproches hace más mucho siglos atrás, Miguel de Cervantes empezó a escribir por estos días el Quijote de Mancha y es el proemio de la novela moderna- cada verano me pongo a leer al Quijote, es un exiguo e íntimo homenaje a este manchego universal. Como suponen no le amilanó nadie, ni el clima, y hala a escribir con empeño y tesón. Es que al proceso creativo no hay valla que se le resista. Y lo demostró Cervantes con su obra mayor. En mis recorridos veraniegos por el centro de Madrid tropiezo con la calle donde vivió, la imprenta donde se editó la novela y camino sobre sus pasos.