Venía a Atenas leyendo desde Madrid sobre mitos y héroes, es un lugar sagrado para las leyendas como la floresta a los dioses y diosas del monte y de las aguas. Son santos lugares para entendernos mejor. Así que estoy hurgando y embebido de los mitos de ambos lados del charco, la vida cotidiana a pesar del culto a la razón necesita estos bálsamos para la historias. No en vano la literatura bebe de ella como es caso emblemático de la literatura moderna como el Ulises de James Joyce. Con esta resaca de fábulas en la cabeza caminábamos por las ajetreadas calles de Atenas. Primero nos subimos a un bus para reconocer la ciudad y el puerto, Pireus. Es muy curioso por donde un pasea por esta ciudad tiene como referente a la Acrópolis y sus monumentos, debe ser una suerte de aliciente o, tal vez, una carga, si no lo sabe gestionar emocionalmente, para quien viva en esta urbe de peso histórico mundial; Occidente encuentra aquí un pozo de simbolismo. En cambio en Isla Grande se desdeña todo lo que sea o se refiere a bienes culturales, les da alergia tenerlo y apelan a la idea del progreso para enterrarlos o destruirlos, la ciudad da vez pierde su perfil por el desatino de autoridades y población. Cuando me piden dibujar el perfil urbano (skyline) de Isla Grande se me hace difícil tener un monumento emblemático con cierta historia (algunos dirán la Iglesia Matriz, pero preferiría un edificio más laico), en cambio por aquí tienes a la Acrópolis casi encima de la cabeza, es imborrable y lo primero que emerge, ¿les pesará a los atenienses? Dicen que eso les eleva el orgullo para tolerar la monotonía cotidiana. Lo que percibo es una ciudad fuertemente emocional, se puede ver en las mujeres y hombres que caminan con pasos decididos, muy ariscos en el gesto de sus rostros, que hablan fuerte como en España. La ciudad cuenta con un gran aliado, el mar Egeo, que desde el aire a esta blanca ciudad (casi todas las casas son blancas) le da un toque muy particular quizás eso enciende los mitos.

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