COLUMNA: PIEDRA DE SOL

 

                                                                                        

   Por: Gerald Rodríguez. N

Es sabido que uno de los maestros gigantes de la literatura dramática es William Shakespeare, con sus decenios de dramas y tragedias, ha desnudado con magistral talento artístico la conciencia del hombre, los elementos que le impulsan a desarrollarse en la sociedad, inclusive bajos oscuras y truculentas aspiraciones, aberraciones, venganza, odio, desprecio y magistral inteligencia para la fechoría, heredándonos Shakespeare el ABC para ver y aprender nuestra naturaleza humana. La gran capacidad para persuadir al público, usar el principal elemento de la ficción que es las letras, para mentir, y al mismo tempo reflejar una realidad, una condición, la misma condición nuestra y humana, ha sido de inspiración para algunos políticos.

Y es que si asociamos al arte con la realidad, al drama con la política y a Shakespeare con Keiko, podemos encontrar roces de coincidencia en diferentes dimensiones fuera del tratado artístico y literario y más bien dentro de la misma obra del dramaturgo, como que si toda la bancada fujimorista hubieran salido de las obras de Shakespeare para ir en busca del su autor, como en el mismo caso que trató Luigi Pirandello. Y es que parece que no solamente Keiko ha trastocado mal su actuación en el papel de Hamlet que busca tomar venganza por lo que le hicieron a su padre, sino que su cinismo, su plan maquiavélico para lograr todo eso, lo hace dentro de un fundamento del fingimiento de estar loco, siendo en este caso que Keiko finge al decir que no será autoritaria, que no sacará a su padre de la cárcel, que respetará los derechos humanos, que habrá libertad de prensa, al mismo modo como lo hubiera fingido el mismo Hamlet.

Y es que la gran contradicción de Keiko y el fujimorismo que lo acompañan no es el: “ser o no ser”, sino que ellos pretenden hacernos ver que esa contradicción ha sido resuelta al decir que “ellos son” la única opción, pero cuando a Keiko se le pregunta nuevamente sobre los gastos de sus estudio, sobre la unión civil y lo dicho por su madre que nunca se peleó con Fujimori, que nunca fue masacrada, electrocutada por su esposo, son las más grandes contradicciones Shakesperianas que le hubiera valido no solo el aplauso del público por poner en escena las grande obras maravillosa en el nivel del drama contradictorio, sino que ese ser o no ser es , y seguirá siendo, la gran contradicción del Keiko y el fujimorismo, el de haber dicho algo antes y ahora cambiar de discurso. Ese juego lingüístico, comunicativo de la acomodación según el público, Shakespeare no lo hubiera ideado porque sabía que el público nunca era tonto para creerse dicha actuaciones y contradicciones de la pieza dramática.

Sin lugar a duda, Alberto Fujimori hubo de haberse inspirado mucho en los dramas isabelinos para haber creado dichas monstruosidades de actores que tiene como hijos en la política shakesperiana, donde el ser o no ser de Keiko es el no haber sabido ser reina de su silencio convirtiéndose esclava de sus palabras, de las palabras de su hermano, de su madre, de su vocero, del quien han dicho que ellos mataron menos en el tiempo que su padre gobernó el país bajo una dictadura por once años, bajo un libreto inspirado en Shakespeare.