ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

*Mucha verdad en las líneas de esta novela de Walter Lingán que con elegancia idiomática y fortaleza constructiva recorre todas las regiones de Perú mostrando que el terror, venga de donde venga, es eso: terror. Leyendo el libro se entiende la ternura, la búsqueda de la verdad, la lejanía de la justicia y que la literatura tiene los elementos a la mano para mostrarnos un país convulsionado en la que Iquitos no fue la excepción.

“Eran las dos de la mañana de la mañana del 2 de julio de 1983”, se puede leer en las primeras páginas del libro. “El lunes 28 de agosto de 2017, en horas de la tarde, mamá Angélica, una de las madres que clamó justicia por más de treinta años, falleció en su casa a la edad de ochenta y ocho años”, se lee en las últimas páginas de la obra. “Mamá Angélica” ha sido escrita por Walter Lingán, escritor peruano que radica en Europa hace más de cuatro décadas, que aborda el tema de la violencia que padeció Perú durante dos décadas.

Desde el inicio hasta la última página uno siente la pólvora y la dinamita, lee y tiene que cerrar los ojos para imaginarse cómo le habrán muerto a Arquímedes, uno de los hijos de Angélica. Es una obra de terror porque en sus páginas se percibe la violencia ejercida desde el Estado y desde los terroristas. Es de terror porque se empleó métodos inhumanos para la desaparición y aniquilación de personas. Sin embargo, abordando el terror, sus páginas están llenas de ternura porque durante la lectura uno no evita imaginarse el rostro de Angélica Mendoza implorando ingreso al cuartel “Los cabitos”, invocando la ayuda internacional en Alemania para encontrar el cuerpo de su hijo, exigiendo unidad a las mujeres que sufrían las mismas consecuencias de familiares desaparecidos. Porque la literatura, y esa es la capacidad que demuestra Lingán con esta obra o, mejor decir, ratifica el autor cajamarquino, hace que una época tan dolorosa sea tratada con destreza en el uso de vocales y consonantes para comprender lo vivido.

Esta obra puede tener varias lecturas. Muchas interpretaciones. Es un libro de historia, sí. Es un texto geográfico, también. Es una novela realista, sin dudad. Para demostrar lo dicho, por ejemplo, el libro de Walter también desmitifica aquella errónea versión que la época del terror no invadió la Amazonía. Llegó hasta Iquitos. No en la magnitud de la Costa y Sierra, cierto, pero no olvidemos, y “Mamá Angélica” nos recuerda, “la masacre de Tarapoto, denominada Noche de las Gardenias, fue una matanza selectiva contra personas LGTB ocurrida el 31 de mayo de 1989”. Era la campaña de “limpieza social” que habían emprendido los terroristas. Al igual que “la cruzada contra el vicio” que se implantó en “La hoyada” en Pucallpa en la que los terroristas degollaban “sobre todo gente de mal vivir, como le decían a las mujeres que engañaban a sus maridos, a los ladrones, a los homosexuales”. ¿Iquitos? Claro que aparece bajo el ambiente de las colas que hacían en los puertos personas trans y homosexuales que desesperadamente se embarcaban en la primera lancha que acoderaba en Pucallpa o Yurimaguas creyendo que al carecer la capital loretana de comunicación terrestre con el resto del país sería el refugio oportuno para evitar la muerte.

¿Saben cuál es uno de los sentimientos más hermosos que deja esta obra de Walter Lingán? Que la protagonista es inmortal. Que su lucha es contemporánea. Que su actitud moderada y sólida fortalece la búsqueda de verdad y justicia que otras emprendieron después de lo que ella padeció. Angélica Remigia Mendoza Almeida nació el 1 de octubre de 1929 en Huamballpa, en las alturas de Ayacucho, no había cumplido una semana y fue trasladada a San Gabriel que en realidad era Ñaupa Llaqta, es decir pueblo antiguo, que los españoles al llegar dieron ese cristiano nombre. Muchas cosas cambiaron los europeos en los pueblos andinos. La vida e historia contada en “Mamá Angélica”, la novela, es la demostración que se puede cambiar nombres y tratar de minimizar sucesos pero que ahí está la literatura para devolvernos al presente.

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