San Fermín
Por Miguel DONAYRE PINEDO
Desde el siete de julio empiezan las fiestas de San Fermín, en Pamplona, Navarra. El famoso chupinazo. Soy aficionado a los encierros más no a las corridas de toros que me parecen espectáculo grosero. Me levanto muy temprano y estoy frente a la tele para mirar los encierros y escucho los cánticos previos al inicio de la fiesta de cada día [es muy curioso porqué desde que los veo se reinventan tradiciones – se cantaba en español el cántico al santo pero hoy se hace en español y euskera. O que se entonen jotas en el altar del santo o se cuelguen pañuelos de las peñas para que el capote del santo no les abandone. Las cámaras de la televisión muestran la tensión previa a cada encierro que se advierte en la cara de los mozos y algunas mozas [así se llaman a estos corredores] y es sabido que cada uno de los encierros tiene su propia historia. Ninguno es igual. Depende de la ganadería, por ejemplo, los Miura son diferentes a los Cebada Gago que tiene fama de muy peligrosos, por lo general, empitonan. En mi afición por el encierro fui hasta Pamplona e hice el recorrido a pie del encierro, claro, no eran las fiestas y sin toros. Es una sensación que sales con el pecho henchido. Escuchas el griterío, los codazos de los mozos, el recorrido veloz del toro y sin querer te topas con la estatua de Ernest Hemingway, amante de estas fiestas.
JODER, YA QUISIERA ESTAR POR ALLA, ESPERO QUE UN FUTURO NO MUY LEJANO PUEDA CUMPLIR MI SUEÑÑO…
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