Tendemos a endulzar el pasado, lo que pasó. Fijémonos en una reunión de amigos o de familia. En esas reuniones tendemos súbitamente a idealizar lo sucedido, no se suele recordar las penurias ¿para qué? Solo las alegrías. Desde hace años esas nostalgias del ámbito privado han pasado a la palestra sin ninguna criba. Aquí en España cierto sector conservador bañado de melancolía suelen alabar a la dictadura franquista y los dicen públicamente (ya han perdido el pudor), obviando que fue una dictadura muy sangrienta, me remito a los libros de historia o a la historiografía reciente donde se señalan fusilamientos, campos de concentración, vejaciones a mujeres y niños. Es más, en este proceso de transición o de justicia de transición amnésica, como se suele llamar en la literatura, se han dejado o se han querido dejar muchas cosas en el tintero bajo el lema de borrón y cuenta nueva, como decía el expresidente Belaúnde en Perú en los años ochenta. Es más, en muchas situaciones se llega a exaltar ese pasado con recuerdos falsos. En la floresta de Perú y también en otras ciudades de la Amazonía continental también se tiende mucho a esa idealización de lo que fue el período cauchero. Se remiten casi siempre que desde esta ciudad pérdida en la floresta se miraba a Europa y se seguía la extravagante moda europea de París o de Londres. Se tapa o se oculta bajo la alfombra las muertes indígenas como consecuencia de la explotación cauchera. El sociólogo Zigmunt Bauman llamó a esta tendencia retrotopía. En otras partes del mundo tenemos vivos manifestantes de esta tendencia como el presidente Trump que en sus discursos de campaña exaltaba, y sigue exaltando, un pasado glorioso del pueblo norteamericano ¿? En Perú tendemos con frecuencia a enaltecer el Imperio de los Incas con suma facilidad olvidándonos que fue imperio. Si solemos hacer ese ejercicio con el pasado que sea con todos sus rostros sino no nos vamos a reconocer en el espejo del tiempo.

 

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