Poco a poco el orden vuelve a tomar posesión luego de casi un año de mucho movimiento. Por fin, eso creo, que estamos pisando tierra firme. Las pisadas son sobre más seguras. Desde que decidimos mudarnos, a este momento, de ir colonizando, poco a poco, la nueva casa ha sido toda una odisea. Hace unos días repasaba lo que habíamos vivido durante todo ese año y sacaba una sonrisa. Fue un infierno y también un espacio para nuevas situaciones. Dicen que las mudanzas sirven para deshacerse de algunas cosas que están con nosotros y no sabemos por qué están en los talegos, pero todavía no hemos llegado a esa estación. Todavía las cosas viejas siguen con nosotros. Estamos en el momento en que estamos explorando el nuevo domicilio, haciendo sumas y restas de que hemos ganado y que hemos perdido- antes estaba a tiro de piedra de las librerías, hoy estoy a unas calles, y no he ido a ninguna de ellas porque el plan de reformas de la vivienda pienso que me ha absorbido. El otro día en el autobús escuchaba una conversación de dos patas que comentaban de los trabajos de reforma que habían en sus casas, para mí era un revisión, sin querer, de la odisea vivida, se dibujó una sonrisa floja en mi cara. Cuando podía me desahogaba con mis viejitos al otro lado del charco, llamándolos y contándoles las incidencias del día. Sentía que estaba ante una prueba de ordalía, esperemos que hayamos salidos ilesos. Como parte del plan me había propuesto leer, así disciplinadamente, varios libros, algunos los he cumplido y otros no, la lectura me ayudó mucho a abstraerme, por momentos, del mundo material en que estaba envuelto. Dejábamos casi todo para concentrarnos en el día a día. Desde el agente inmobiliario, las ofertas para la venta y compra de la nueva casa hasta el final pago de la plusvalía, esas preocupaciones fueron entrando primero a hurtadillas y luego de lleno en nuestras vidas que cuando hemos querido reaccionar era ya muy tarde. Las teníamos encima. Había escuchado relatos e historias de los torturantes que son estos cambio de casa y demás trámites, sinceramente, no pensé que era tanto. Siento que la enorme loza que pesaba sobre mis espaldas se va aligerando de peso, mis músculos vuelven a ser lo de antes ¿cuánto costará reponernos de este tsunami emocional?
P.D. No se hacía presagiar, hablando de costes emocionales, en la nueva casa una operación de despojo en toda regla de un patio de luces. Pero eso es otro capítulo.