En las últimas semanas ha venido circulando en las redes sociales (Facebook) el reto viral del #10YearsChallenge. Los cibernautas, con una dosis de claridad helada, publicaban fotos suyas que dejaban entrever sus cambios físicos más fortuitos y hasta inverosímiles. Manía virtual de nuestros tiempos.

Este reto sirvió para situaciones más trascendentales que la mera comparación corporal de los individuos.

En su columna de los sábados para la revista Somos, Renato Cisneros, dispuso por someter los hechos del Perú al reto. Claro, los asombros no hubieron luego de ese ejercicio suyo. No hubo cambios dramáticos en el comportamiento social generalizado, en el país desde el 2009. <<El rostro que luce el Perú después de estos 10 años es bien nuestro mérito o bien nuestra culpa. Cada uno sabrá si le ha sacado al país una sonrisa, una pata de gallo o puras canas verdes>>, sentencia como reflexión final.

Sin embargo, circulaba también la triste comparación de las cifras alarmantes sobre embarazo adolescente. El Ministerio de Educación (Minedu), alertó sobre cómo, en diez años, la tasa de embarazo adolescente en el Perú no ha descendido. “Por ello, es necesario brindar acceso a una educación sexual integral que reduzca en nuestras niñas las probabilidades de caer en situaciones de violencia o embarazo no deseado”, agregaba el Minedu en su post. Y es que, mientras en el 2009 la tasa de embarazo de jóvenes entre 15 a 19 años a nivel nacional era de 13,7%, actualmente se sitúa en 13,5%.

El limitado acceso a la educación y la deserción escolar, así como la falta de instrucción en métodos modernos de planificación familiar, no hacen mayor cosa que agravar la realidad. No acceder a formación escolar y a una educación sexual integral pone en situación de riesgo a las niñas y adolescentes, pues tienen más probabilidades de caer en situaciones de violencia o embarazo no deseado.

¿Qué hacer? Urge diseñar e implementar políticas públicas multisectoriales basadas en evidencia. Estas obviamente requerirán de recursos que el Estado debe estar dispuesto a proveer y, sobre todo, de decisión política para aplicarlos. Si los diagnósticos no llevan a ejecutar políticas concretas, no sirven para nada.