ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

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Para nadie es un secreto que Iquitos tiene serias deficiencias para resolver el problema de recojo de basura. Todos los pobladores, en diferentes formas, se quejan por el mal servicio de recojo de basura. Sin embargo, se muestra como una forma de acatar un paro el arrojo de desperdicios en la calle. Y se afirma en todos los tonos de los propiciadores de esta medida como una acción cívica. ¿Es civismo arrojar basura a las calles como muestra de protesta? Creemos que no. La racionalidad manda que no. Pero los que pensamos así somos catalogados como traidores a Loreto. Y eso de traidores es lo más suave porque los que alquilan micros y cámaras se pasan de la raya e intentan poner en jaque a los que pensamos diferentes. A los motocarristas que intentan trabajar se los insulta y quienes lo hacen no entienden que esos trabajadores llevan el sustento diario a las familias mientras los vociferantes reciben sin ningún descuento los montos que facturan a las entidades que organizan la paralización. Qué región de locos es ésta. Las autoridades no están preocupadas en crear ciudadanía. En formar ciudadanos. Quieren borregos, cual ovejitas siguen con la cabeza agachada las posiciones contradictorias e irracionales de quien prometió una política del corazón y tiene un discurso del odio. No solo discurso sino practica una política donde mira la paja en el ojo ajeno para tapar la tremenda viga que posee en el propio.

Y como si todo ello no fuera suficiente hay quienes se autotitulan como representantes de la sociedad civil y no han participado en ningún proceso democrático para ungirse como tales. Es más, cuando pidieron el apoyo de los pobladores para ocupar algún cargo de elección popular simplemente fueron rechazados. Y en el colmo de la desfachatez cuestionan la representación de quienes por lo menos han obtenido los votos necesarios para convertirse en autoridades. Y son esos dirigentes populares que viajan a Lima y cual mendigos modernos piden billetes que completen por lo menos una luquita para mantenerse en Lima y mantener a los suyos que, no son los nuestros

Estas palabras que se las lleve el viento. Mejor que así sea. Que queden como grafías coyunturales y la versión corregida y aumentada de una historia que se repite cada semana, cada mes o, mejor, cada vez que un personaje incapacitado para gobernar coherentemente obliga a sus asalariados a seguirle en sus enajenaciones para convertir a sus parientes en congresistas como si su agenda fuera la de todos. Pobre personaje y pobres de aquellos profesionales que le siguen en esos malos pasos.