ESCRIBE: Juanjo Fernández
Hay libros que son viajes en el tiempo. En la memoria y en la historia. Lo es Obsesión por Ofelia, de Percy Vílchez Vela editado por Tierra Nueva y perteneciente a la serie Río Marañón. Lo termino en dos sentadas coincidiendo con sus dos partes. La primera en la que de la mano de Olinda Pinedo recorremos los antecedentes de la fatal jornada en la que ardieron los cines en Iquitos, la segunda en la que acompañamos a su esposo Orestes Bardales el mismo día.
El primer viaje es a la memoria de mi infancia en aquellos setenta en la ciudad de Getafe, al sur de Madrid. El cine. Los cines. Había entonces la sesión de 4 que era para niños, mi favorito era el Cine del Gordo en la calle Madrid. Cuántas veces vería El halcón y la flecha donde Dardo (Burt Lancaster) su compañero mudo Piccolo (Nick Cravat) le sacaban el ancho al malvado Conde Ulrich (Frank Allenby), Bud Spencer y Terence Hill nos enseñaban a luchar contra la injusticia a puñetazos y convincentes documentales demostraban que las pirámides del mundo habían sido hechas por extraterrestres. El terror de La Niebla de John Carpenter en el cine Avenida viendo las figuras fantasmales que se abalanzaban contra mi butaca bien flanqueada por mis padres. El primer desnudo en la inquietante Portero de Noche de Liliana Cavani que me dejo traspuesto al salir del Cine de Las Margaritas mientras mis amigos renegaban de la falta de acción y volumen.
Así viaja Percy Vílchez a la historia para contarnos los acontecimientos que derivaron en el incendio de tres salas de cine pertenecientes a José Calero Paz por la subida de la tarifa de entrada. Durante los 36 capítulos bien repartidos, 18 en cada parte, Vilchez desgrana el alma loretana, iquiteña. Un alma soñadora, apasionada, cinéfila. Los personajes que pasean por sus páginas nos muestran un tiempo pasado tan presente. El poeta pone color al sepia de la imagen a través de su galería de personajes y sus vívidas descripciones, el pordiosero enamorado de Olinda que no lo es y el que sí lo es y reina con su loco encono en la sexta cuadra de la Bolognesi. El ingeniero Brunner Bauer que creía en la necesidad de procesar la basura como se hacía en su ciudad natal en Alemania. El fotógrafo Stuart Kent o José Morey, aguerrido y contestatario como buen fotógrafo. Antonio Araujo, el proyectista que nos recuerda las salas de la ciudad de Iquitos al haber trabajado en todas ellas. El apasionado litigante contra el cine Tadeo Arévalo o el profesor Miguel Zavala reconvertido en exitoso imitador de Cantinflas. Más personajes pueblan Obsesión por Ofelia, que iba a titularse Insurgencia en el cine según leemos en ProyContra, (feliz cambio a mi parecer) que sirven para bosquejar con precisas líneas y notas de acuarela una ciudad y un tiempo.
Los protagonistas, Olinda y Orestes, viven cada uno desde su atalaya de amor imposible la huida de una realidad tan insatisfactoria como rutinaria. “De manera que necesitaba sentirse enamorado de alguien inalcanzable para que le ayudara a vivir con alguna intensidad” nos explica de Orestes. No pude dejar de recordad a Gregorio Olías, protagonista de Juegos de la edad tardía de Luis Landero, su primera novela, como creo que lo es Obsesión por Ofelia de Percy Vílchez.
Tras los ardientes y platónicos enamoramientos de ambos protagonistas transcurre una guerra de basura entre alcalde y prefecto donde como en toda guerra la víctima es la población (que se lo pregunten a los vecinos de San Juan en la actualidad). Y el lenguaje final, el fuego. No voy yo, un afuerino sin más, a recordar al iquiteño las veces que el fuego ha hablado en la ciudad. Dejaré que sea Mercedes Saldaña quien se explique tras la pluma de Percy y me despido agradeciéndole esta lectura que me ha sacado del sopor tropical y me ha lanzado sobre el teclado:
“Y a esa altura de su vida combativa estaba harta de los volantes repartidos de casa en casa, de las marchas enconadas, de los mítines donde se denuncia en vano las injusticias y los abusos, de las estériles reuniones donde supuestamente se llegaba a acuerdos, de los papeles firmados donde los explotadores prometían enmendarse. Pero luego no cumplían con sus promesas y todo seguía igual.”
Iquitos, 21 de diciembre de 2021