La música y fin de año
Por Miguel Donayre Pinedo
Hay diferentes maneras de mirar el camino. Si, muy diferentes. Un ejemplo, que pueden haber muchos, claro está, y para todos los gustos. Al mirar los diarios peruanos de fin de año leo que el Presidente peruano (con evidente grasas saturadas en el cuerpo que demuestra parecerse más a un personaje de Botero) en un acto de desprendimiento, como suele en él, en Palacio de Gobierno, convocó a una multitud, puso música y hala a cantar desaforadamente valses y seguro que meneó las caderas. Su rostro era de éxtasis y narcisismo. Eso le encanta, el populismo enrevesado con dosis de personalismo. Se armó la pachanga. De otro lado, en otra parte del mundo, tenemos que el primer concierto de fin de año en Viena es de la Orquesta Filarmónica de esa ciudad, que es un clásico y es un evento muy concurrido, no quiere faltar nadie (se sortea asientos para todo el que quiera ir a nivel mundial). Se supone que los que van a este evento no se han pasado de copas. Es un concierto, presumo, con el ánimo de espolear los proyectos existenciales que cada uno tiene para el tiempo venidero. Sí, entre el presidente perulero y la Orquesta Sinfónica los caminos son muy diferentes. Hubiera sido bacán, y con ánimo constructivo, que el presidente peruano por el fin de año promoviera la maratón de San Silvestre para cerrar con broches de oro la quema del año, quizás sea demasiado pedirle.