Mercaderes del evangelio
Moisés Panduro Coral
Hay muchos mercaderes en la religión evangélica. En la actualidad se hace difícil ocultar esta realidad nefasta y resulta imposible seguir guardando silencio frente a ella. Hoy lo tengo que decir, por aprecio, afecto y cercanía a los millones de peruanos que profesan el evangelismo como explicación de los misterios de la vida, como reformador de espíritus, como camino para la redención de los hombres. Lo hago también porque mi madre es evangélica y porque el recuerdo de mi infancia está aún rebosante de los cánticos y del estudio bíblico que se impartía en la escuela dominical de la iglesia evangélica de mi pueblo.
¿Pueden los evangélicos hacer política?. Hay líderes espirituales que dicen tajantemente que no. “Mi reino no es de este mundo, si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado” dice Jesucristo en una de las citas bíblicas más recurridas para sostener de que un evangélico no puede hacer política. Si a mí me hicieran la misma pregunta yo diría que un evangélico sí puede hacer política, dependiendo de lo que signifique “hacer política”. Si “hacer política” es preocuparse por un gobierno transparente, honesto, eficaz, de igualdad de oportunidades, bienvenido sea. Si “hacer política” es contribuir a la reforma del alma, a la progresiva eliminación de los vicios humanos y sociales, a formar un hombre nuevo, ¿quién podría oponerse?.
Si “hacer política” es denunciar la injusticia, la corrupción, la demagogia, entonces es necesario que el evangélico lo haga, sin caer en la procacidad, en el alboroto ni en el chantaje. “Vosotros sois la sal de la tierra” dice otra cita bíblica, en el entendido de que “sal” se refiere al prestigio y al rol de los cristianos para impedir la maldad y la corrupción, no para fomentar la vileza ni para integrarse a la perversidad. Si “hacer política” es solidarizarse con el desamparado, con el pobre, con el necesitado, -utilizando la tuya no la del Estado, sin publicidad de por medio-, que se canten coros celestiales en el cielo. “Por eso, cuando des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres” es un versículo del nuevo testamento que refrenda lo que digo.
Desde principios de los noventa del siglo pasado se puede apreciar un pernicioso contrabandeo de lo político dentro de lo religioso, y ese fenómeno ha venido extendiéndose, profundizándose, hasta llegar a necedades que nada tienen que ver con las enseñanzas bíblicas. Es verdad que la Biblia insta a los cristianos a que deben someterse a las autoridades constituidas pues no hay autoridad que no provenga de Dios. “Someterse a la autoridad” es una exhortación que significa respetar la autoridad en sus leyes, lo cual no admite discusión, pero bajo ningún motivo esta exhortación puede entenderse como comprometer conciencias, o corrimiento de memoriales de respaldo al candidato que está en condiciones monetarias de ofrecer una dádiva o un “apoyo” con lo que se podría asumir que los feligreses son considerados como un rebaño, o a cambio de unas canastas o de festivales actuar como defensores interesados de una autoridad frente a sus adversarios. En la última elección regional conocí casos en los que algunos “pastores” y “dirigentes” de iglesias evangélicas firmaban actas con un candidato para que una vez que éste gane sean beneficiarios de donaciones, materiales, computadoras, creación de “oficinas de asuntos eclesiales”, puestos “eclesiales”, entre otros. Éstos son los mercaderes del evangelio que yo denuncio.
¿Y qué fue, qué es, entonces, de la sal de la tierra y de la luz del mundo que deberían ser los evangélicos?. Me respondo con dos imágenes que están en mi mente: una es la de una iglesita evangélica, humilde, -parece un garaje-, limpia, de no más de treinta fieles, a la que llegué en sandalias en la matinal de un domingo, pero donde la solidaridad, la fraternidad, la predicación y la oración estremecieron mi espíritu mundano; y, otra es la de mi madre evangélica yendo a pie los domingos a su iglesia, colaborando con sus ofrendas y con bienes pequeños para tenerla siempre linda, visitando y llevando comida a presos y enfermos con la suya y no con la del Estado, orando por todos y leyendo su biblia alumbrada por un foco ahorrador de energía eléctrica. Éstas son imágenes del evangelismo que me deslumbra.
Proveniendo de un hogar cristiano,tus principios evangelicos se reflejan en tu actuar y deseos de hacer el bien en nuestra ciudad.Es muy raro encontrar un politico que reuna ambas cualidades.Tu eres la excepcion,que te llevara al exito con perseverancia y buen ejemplo.Loreto desea,quiere desesperadamente, un liderazgo honesto que nos lleve al progreso.La comunidad cristiana tambien te apoya y desea un futuro mejor.Adelante Moises.
Ojala Moises, que cuando tuvieras la oportunidad de gobernar, no caigas en esos vicios mezquinos de todo politico aventurero.. SUERTE
Que interesante son los comentarios de Moises , favor enviarlos una copia de este comentarios a Alan Garcia(Matanza en el fronton); Javier del Castillo) y compañia(petroaudios), para que puedan dormir tranquilos
Agradezco a Moisés Panduro, por esta nota periodística, que revela una realidad de crisis espiritual, en muchos dirigentes de las iglesias evangélicas; que desechando su fe en Cristo, vendieron su fe a los malos politicos de esta golpeada región de Loreto. Es un insulto para los verdaderos creyentes evangélicos, esta «Oficina de Asuntos Eclesiales»; que solo ayuda a los que son incondicionles de Ivan Vasquez; al ver esta oficina, vemos que vendieron su alma al diablo. ..Es muy vergonzoso…Jesús los echaría a latigazos, porque hiceron del evangelio una «guarida de ladrones»..
En realidad, pocos son las personas que predican con una fe sincera, los pastores Evagelicos y como muchos otros representantes de iglesias son unos interesados, descarados, aprovechadores de los mas humildes, sus actitudes son los mismos que los congresistas, es triste y lamentable.
Los comentarios están cerrados.