Matan a Joaquín García
ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
Hay quienes piensan que como Iquitos no hay ninguna ciudad en el mundo. Yo discrepo de ellos. Pero que aquí se tejen las versiones más inverosímiles y que las bolas corren como orden del día, no hay duda. Ayer me topé con dos fantasías, una más risible que la otra. Pero una más tenebrosa, ya verán, ya verán.
Pregunto a un niño-guía en el zoológico de Quistococha ¿porqué le conocen como “tunchi playa” a este lugar? Y con la inocencia de sus cerca de doce años me responde que “más antes se le llamaba así porque el apellido de un ingeniero era tunchi y trabajaba acá”. Ejem, ejem. ¿Debo creer esta versión que, por decir lo menos, está un poco alejada de la verdad? Esa verdad que tanto buscamos los periodistas. Esa verdad que nos proporcionan las fuentes. Este niño es una fuente. Pero nada más que eso. Porque la historia es otra. Y gracias a unos microprogramas en los que pongo empeño por estos días me topé con una versión irreal. Porque la verdad es otra, por lo menos la más cercana a la realidad.
Cuando ingresó el gobierno aprista con Alan García Pérez como abanderado de los No Alineados y con discursos de plazuela en contra de los ricos, allá por el año 1985, uno de los hombres todopoderosos del aprismo era el ingeniero Armando Ferreira López-Aliaga, quien además se desempeñaba como director regional de turismo y vicepresidente de “la Cordelor”. En ese puesto emprendió el mejoramiento del zoológico de Quistococha, al que dotó de mejores instalaciones y arenó una buena parte del lago para ampliar la playa y con ello aumentar el espacio para los bañistas. Fue todo un éxito su proyecto porque los visitantes al lugar aumentaron. La picardía popular, esa que no requiere de decretos ni resoluciones, aún antes de terminar la remodelación, rebautizó al lugar como “Tunchiplaya”. No se sabe quién inició la nominación ni si se hizo como homenaje o burla hacia el ingeniero. Armando Ferreira murió hace pocos meses. Moisés Panduro, compañero aprista de las épocas malas, buenas y rebuenas, escribió un hermoso artículo en este diario sobre “el tunchi”.
Mientras tomaba la mañana de ayer una taza de leche fresca por la Plaza 28 de julio me llega la noticia: “el padre Joaquín García ha muerto en un accidente de tránsito”. La incredulidad primero, la curiosidad después. Quien me transmite la noticia trata de sacarme de la incredulidad afirmando que “por eso hemos visto bastante gente en la funeraria”. Llamamos a la oficina del sacerdote y nos afirman que está en su escritorio. Me llaman varios colegas: “¿verdad que ha muerto el padre Joaquín, Jaime?”. Nada de eso ha ocurrido. Como siguen llamando y ya estamos en la tarde, me coge cierta duda. Llamó a la oficina del cura y habló con él. “Me enteré de mi muerte en una tienda”, me dice. Para después lanzarnos algunas bromas. Hasta pronto, le digo y agrego ya sé que estás vivito y coleando. “Sí, vivito y coleando”, me responde.
En mi carrera periodística he visto que matan a varios. He visto invenciones del carajo. No creo en los muertos mientras no vea el cadáver. No creo en una versión porque siempre hay espacio para la inventiva. La picardía popular siempre se sustenta en la falsedad, en la fantasía. Tunchiplaya y la muerte de Joaquín García, ¿acaso no es la prueba que –especialmente los periodistas- no debemos creer todo lo que nos dicen ni todo lo que nos cuentan?
Es verdad, los periodistas, son los que menos deben dejarse llevar por «las bolas». Antes de lanzar una noticia deberían investigar primero y cerciorarse de la verdad. Vale amigo Jaime. Por lo demás mi felicitación a Moisés, por ese artículo que yo también lo leí.
Deberian indagar mas sobre la biografía y su relacion familiar que tuvo Armando Ferreira con sus hijos y su esposa, y recalquen del como murió abandonado y olvidado en la vereda de su casa con una fachada de soldadura. Para que tomen conciencia todos aquellos apristas y politicos malvados de como acabaran si hacen las cosas con egoismo y corrupcion. Terminan con complicaciones de su salud, sentao en una silla de ruedad, mutilado de la pierna derecha y olvidado
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