Una de las situaciones que nos enseñan, emocionalmente, los deportes es reconocer cuando el rival ha jugado mejor que tú. Te paras y lo felicitas. No queda más. Es cierto que el infierno va por dentro sobre todo reprochándote los errores cometidos: un penal mal pateado, un servicio muy débil o una derecha de pena en el tenis se castiga con puntos en contra. Pero lo importante para las emociones en esas circunstancias es reconocer que el otro jugó mejor. Y no valen excusas como la del árbitro, el recogepelotas y mil subterfugios para esconder tu mal juego. Pero lo deportes también nos enseñan para la vida. Y en la vida, que no es el cielo, sabemos que hay jugadores o jugadoras marrulleras, que buscan alguna añagaza, un ardid, para que a toda costa intenten ganar como los “piscinazos” de Neymar, Ronaldo o Messi (recuerdo que este último metió un gol con la mano y no mostró arrepentimiento alguno, es más se regodeaba de su pillería, hoy es proclamado por esa mísera y lisonjera prensa, el rey del fútbol). Son deportistas mal hechos. En el ámbito de la política pasa igual. Hay candidatos después de perder unas elecciones al día siguiente están incordiando al ganador que ni siquiera se ha sentado en su asiento de autoridad elegida. Eso en Perú pasa con frecuencia. Después de las elecciones ya están alentando la vacancia de los cargos recién elegidos. Pero esta actitud torticera no es solo es patrimonio emocional peruano. En España pasa igual (sumado la mala leche intrínseca de los peninsulares). La candidata del partido conservador aquí en el Ayuntamiento de Madrid desde que ganó perdiendo porque una posible coalición de fuerzas políticas le puede dejar fuera de su aspiración en el poder. Lo que ha hecho esta aspirante es meter cizaña a sus adversarios políticos. Y no se cansa. Dice una cosa hoy, en la tarde cambió de opinión y al día dice lo contrario ¿Quién en su sano juicio la entiende? El deporte enseña y mucho, más cuando se pierde.

https://notasdenavegacion.wordpress.com/