ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcarcel
Que alguien explique cómo es que el 39.7 por ciento que obtuvo la lista al Congreso de Fuerza Popular el 2016 en Loreto se convirtió automáticamente en 75 por ciento por la cifra repartidora. Esa creación mañosa de los legisladores de la época que determinó el ingreso de tres sachafujimoristas, de los cuatro que corresponde a Loreto, no tiene ninguna explicación lógica si es que entendemos la democracia como el gobierno del pueblo.
Por eso es que se tiene que cambiar la legislación electoral. Porque está pensada y elaborada para sacar la vuelta a la voluntad popular. Permite que una candidata con 8 mil votos vaya al Congreso dejando en el camino a uno que logra más de 18 mil en las urnas. Como las condiciones del 2016 no han cambiado, es seguro que el 2020 se cometerá la misma injusticia en la voluntad de los loretanos. Es probable que un solo grupo logré el 40 por ciento de los votos y lleve tres congresistas al Parlamento. También es probable que cuatro grupos logren una votación tal que lleve a uno de sus postulantes al próximo Congreso. En ambos casos «elegiremos» sin un sentido crítico y con un voto que no expresará la voluntad popular. Mientras no se cambie la legislación, se tendrá una representatividad falsa.
Una mirada superflúa a la lista de postulantes nos lleva a la conclusión que eso de democracia interna es un espejismo. Ninguno de los partidos que presentan candidatos han realizado una elección que respete la voluntad de sus miembros. Es que no puede ser de otra forma. El sistema está mal. Los candidatos se valen de ese sistema para dar visos democráticos a lo que carece de ello. Es lo que tenemos y así es como debemos acudir a las urnas. La equivocación ciudadana está generada con lo equivocada que está planteada la elaboración de las listas.
Mal el sistema, mal la elección. Sin embargo, hay algunos criterios que podemos tener en cuenta para no sentirnos mal o engañados. Primero, votar por las personas que realmente conozcamos. No por quien imponga un determinado partido. Votar por alguien con mínima preparación política. No por quien desconoce la función parlamentaria. Segundo, mostrar rechazo al sistema ejerciendo el derecho que tenemos a viciar el voto. En las actuales circunstancias no votar por ninguno de los candidatos es mejor que hacerlo por alguien que al día siguiente de su elección terminará traicionando a su partido e inmediatamente a la región, como ya hemos visto en los congresistas que fueron disueltos.