Percy Vílchez Vela

En un alucinado afán de conquistar adeptos para su última candidatura, el ciudadano Julca decidió regalar la torta final, la torta definitiva. Anteriormente había regalado tortas pequeñas que eran rápidamente consumidas por los eventuales electores. Luego solo quedaba el deseo de seguir consumiendo esas golosinas que el citado mandaba preparar en una conocida pastelería. En esa ocasión se imponía la presencia de una torta descomunal que llamara poderosamente la atención, que alterara el estado de cosas y que de una vez por todas convenciera al esquivo votante. Fue así como el citado contrató los servicios de varios expertos en la materia, eligió la primera cuadra de la calle Quiñonez y allí mismo mandó instalar la gigantesca torta de varios sabores y colores. En un segundo entonces la torta brutal interrumpió el habitual tráfico de peatones y vehículos y fue asaltado por los unos y los otros.

Entonces en la ciudad se instaló un caso de comilona pública ya que incontables personas visitaban el lugar para dar cuenta de alguna parte de esa torta extendida y alzada hasta cerca del cielo. Lo curioso del hecho es que la torta crecía cada cierto tiempo y alcanzaba dimensiones colosales como desafiando a los comensales. Nunca más se pudo reanudar el tráfico por esa zona y se tuvo que hacer un acceso de emergencia para evitar el colapso del transporte terrestre. La torta se apoderó de la ciudad y el que menos se dedicó a la tarea de comer tajadas que sacaba a la fuerza. El candidato Julca, mientras tanto, insistía en que iba a cubrir de tortas la ciudad y la región para que los moradores tuvieran de que alimentarse. Fue así como impuso el símbolo de la torta a medio consumir como símbolo de campaña.

El esperado día de la votación el candidato Julca emergió desde el fondo de una torta ubicada en la puerta de su local partidario, repartió pedazos de la torta entre sus seguidores cercanos, comió con exageración partes de la golosina y partió a votar en el lugar que le correspondía. En ese entonces el susodicho estaba seguro de que iba a arrasar en el conteo de los votos. Pero por alguna extraña razón las tortas no dieron ningún resultado. Porque el señor Julca, al final de la jornada electoral, no hizo ni para la sal.