Los gazapos de Gates

Por Miguel Donayre Pinedo

El hecho de ser uno de los hombres más ricos de la tierra no te da peaje para comentar lo que se nos pasa por la cabeza. Es cierto que en África la hambruna es crónica, brutal y cualquier ser humano no puede ser insensible a ella, quien cierra los ojos es un golfo de temer. Pero con los números y el desarrollo hay que tener mucho cuidado. Son temas sensibles y fácilmente se patina y encalla en esa superficie melosa. También es cierto que en Perú hay cierto sentimiento de nuevo rico que se alimenta todos los días [el ego y autoestima crece ilusamente, miren las noticias del diario El Comercio o cualquier otro diario perulero]. “Qué crecemos más que nadie en América Latina, que las inversiones,…” patati patatá. Bueno, como alguien señaló, las estadísticas son un pollo medio cocinado, depende del cocinero. En cifras globales, crecemos como nadie y eso vende, preguntemos a los decisores políticos que se llenan la boca y llenan estantes de palabras huecas. Pero al aterrizar esas cifras a cada contexto, dura realidad, las cifras cambian completamente, ahí los decisores políticos se hacen los calvatruenos y silban. O en este mismo ejercicio, las estadísticas globales las desmenucemos desde la perspectiva del enfoque de las capacidades [Amartya Sen, Nuusbaum] o desde el Enfoque de los Derechos. Es decir, si el acceso al derecho a la educación es adecuado, si tenemos un servicio público que aseguro un derecho a la salud de calidad. Ahí las cifras que maneja Bill Gates sufren una seria distorsión. Antes de meter la pata, mejor pensar primero.