Hace poco leía que la pandemia del covid- 19 lo que ha hecho es desnudar la fragilidad del ser humano. Antes tenías mantas que te cubrían, pero esta plaga lo que ha hecho es mostrarnos, exponencialmente, la fragilidad, la finitud, de lo que somos solo seres pasajeros. Nos ha hecho tomar conciencia, con extremada dureza, de la inestabilidad de la existencia como los fallecimientos de amigos, familiares, conocidos, vecinos entre otros, sin decirles adiós. Al mismo tiempo, esta puñetera calamidad global está haciendo aflorar facetas del ser humano que nos retratan en estos tiempos huérfanos. No digo que no desconocíamos, pero a todas luces demuestran el egoísmo en cotas altas en lo que estamos envueltos. Hace poco, en Isla Grande, fue motivo de discusión pública la donación de una empresa, con serios pasivos ambientales, para la compra de una planta de oxígeno, ante la terrible situación que se vive en la isola, estaba de por medio en la discusión la ética de la donación. Era legal, que parecía más una operación estética o de maquillaje, pero no, ética, en todo caso, discutible. Hugo Grocio, jurista que aportó conceptos al derecho internacional, apoyándose en Séneca, filósofo estoico, que ha inspirado a muchos pensadores y gobernantes, es quien acuñó la frase que lleva el exergo de esta crónica: “Lo que la ley no prohíbe, veda el pudor”, que puede iluminarnos sobre las conductas de ciertos personajes públicos. El proverbio quiere poner freno a los que justifican su conducta alegando que ellos cumplían la ley, aunque su conducta era cuestionable desde el punto de vista de la honestidad, de la ejemplaridad pública que debe guardar toda autoridad y la ciudadanía en general. Remarcar que en la frase, pudor, quiere significar honestidad. Hace poco los medios de comunicación insulares sacaban a la luz una lista de personajes públicos que se saltaron la cola para que recibieran la vacuna contra el covid-19 ¿Picardía? Entre esas personas estaba la Alcaldesa de Punchana, que muy fresca se saltó la lista de espera, y se vacunó. Bueno, lo que vino después fue la respuesta de justificación de la autoridad edil, al escucharla parecía que el guion había sido pergeñado por el memorable Cantinflas. La conducta de la alcaldesa, en una situación límite, es lo que debemos reflexionar ¿Puede saltarse la vez una autoridad?, ¿Lo puede hacer en nombre de su cargo? Entre los argumentos de justificación estaban que no había ni hay impedimento legal, en consecuencia, lo que ella ha hecho, es legal… sí, es legal, pero hay una veda por recato, es un personaje público y debe dar ejemplo respetando la lista de espera. Hace poco hubo un naufragio, de un crucero lleno de turistas, a unos kilómetros de la orilla, y quienes saltaron primeros de la embarcación para salvarse, fue el capitán del barco con la novia, olvidándose la sentencia social, de fuerte componente moral, que los ancianos, los niños y las mujeres, serian los primeros en saltar del barco en estos casos ¿Fue una conducta ejemplar la del capitán?, ¿Podemos confiar en ese capitano?, ¿Podemos confiar en la alcaldesa de Punchana? A todas luces sus conductas son reprobables, y por eso hubo el reproche de la ciudadanía y de los pasajeros del crucero. La autoridad no está encima de los demás, está sometida a la ley y al pudor.

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