180Cuando el fotógrafo luso- brasileño Silvino Santos disparó con su cámara fotográfica en las tierras donde reinaba el desmán y Belcebú estas sin querer, esas ilustraciones, se popularizaron, seguro que lo encontraremos en el desván familiar más inhóspito o es parte de nuestro rodaje cultural. En el legado visual familiar seguramente se filtra una imagen de Santos o en su defecto cuando miramos un retrato decimos, esa imagen me suena mucho. Me explico, en mucha de la memoria visual de la época del caucho en el Putumayo en diferentes libros y publicaciones si quieren apoyar los argumentos se apela a estas fotografías que por ahí andan dispersas. Muchas son de él. Es decir, sin querer, o quizás queriendo, esas imágenes han perdurado en la floresta. Las imágenes sobre mujeres Uitoto son un gran ejemplo, muchas de ellas muy trabajadas visualmente, se cuidaba cada detalle. De alguna manera u otra nos hemos topado con esos retratos a lo largo de nuestras vidas. Claro, esas imágenes reproducen un punto de vista, una aproximación muy cargada de narraciones emocionales del fotógrafo. Eso hay que tenerlo en cuenta. Seguro que una cámara fotográfica en manos de un o una indígena el foco o punto de atención cambiaría rotundamente. Hace pocos días revisaba el diario Pro y Contra (cuya diagramación en la web es un espanto también hay que decirlo) y me tropecé con una fotografía que ilustraba una noticia. Se daba cuenta que una autoridad regional se había reunido con dirigentes indígenas en el río Tigre y se adjuntaba una foto donde efectivamente hay población indígena reunida pero no se observa o no es visible ninguna autoridad, parecieran que están en una reunión comunal. Es la típica y tópica foto donde se muestra indígenas en muchedumbre, sin hacer visibles a sus dirigentes (lo mismo pasa con las imágenes de los palestinos o de la población africana se los presenta en masa). Es despersonalizarlos. Esa misma intención de la foto de hoy tiene mucho que ver con esa mirada de Silvino Santos cuando visitó los gomales de Arana, parecen imágenes casi calcadas. A pesar de un siglo poco hemos cambiado y la mirada excluyente sigue siendo la misma.

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