– La solución para ser más práctica de lo que parece

No hay aymara que viva en el Altiplano que no reconozca que las concesiones y privatizaciones sobre los territorios que ahora se explotan para la minería comenzó durante la época fujimorista y sin embargo en esas fechas no hubo las movilizaciones que ahora parecen haberse tornado color hormiga para las autoridades nacionales. Incluso al interior de la población hay acusaciones de corrupción de cómo se entregaron muchos de estos territorios que se encuentran en la modalidad de “comunidades campesinas”, un argumento legal mucho más flexible y corrompible para poder otorgar concesiones, pero también para iniciar una protesta radical como la que vive esta zona.

Claro, en ese entonces no se advertía de manera general que la minería iba a traer los perjuicios ambientales que ahora acusan los aymaras. Cierto es también que esta  minería no ha traído grandes beneficios a las comunidades dispersas que se encuentran alrededor del lago Titicaca. Algo de esa forma de vida me hace recordar a las comunidades dispersas de la selva, donde también hay mucha explotación petrolera, sólo que en este caso a más de cuatro mil metros y con fríos que suelen alcanzar los 20 grados bajo cero.

A pesar de lo que uno pueda suponer (como también pasa en la selva baja) los puneños quechuas y aymaras no gozan de cantidad de agua potable suficiente para iniciar procesos productivos que garanticen su salida de los índices de pobreza que se advierten actualmente. Digo que uno pueda suponer, porque imaginarse estar a orillas del lago más alto del mundo asume que hay agua en cantidad. Pues no, la mayoría de las comunidades dispersas se nutren de lo que ellos llaman “ojos”, que no son otra cosa que manantiales que salen de lugar en lugar y que ha servido para que se formen esas comunidades. Esos ojos, en muchos casos, han sido puestos al servicio de los relaves de la minería (que no es muy grande, pero que tampoco es pequeña). La consecuencia de pertenecer al altiplano ha hecho que no discurran por gravedad gran cantidad de ríos y deshielos y sea más bien una zona fría y desértica, pero que el aymara, desde tiempos inmemoriales, supo domesticar para descubrir y dominar el cultivo de la papa, por ejemplo, un producto originario de esta zona.

Desde hace algunos años se han dado cuenta recién de las consecuencias fatales de estas concesiones, esta puede ser una explicación por lo que la votación Humalista en esta región fue inmensamente superior a la de la hija del ex dictador. Lamentablemente y en su consabida ignorancia capitalina, muchos políticos y analistas han reaccionado desubicadamente y asumen que las protestas son poco menos que un capricho y extenderlas en normas y leyes hace peligrar la minería en su conjunto en el país. Tal vez uno de los mayores problemas de esta situación sea la mala distribución del canon, pues son más de 400 millones anuales que recibe esta región por los proyectos mineros existentes y si observamos los permisos solicitados esta cifra fácilmente se podría triplicar.

¿Cuánto de este dinero ha llegado de manera tangible a los bolsillos de los que viven encima de los recursos? Casi nada, pero ni hablar de las ciudades principales como Puno y Juliaca donde hay cada día más reyezuelos de ciudad que ostentan enormes negocios y donde la situación parece ser diferente al de las comunidades. Repartir en cada mano de los comuneros una cantidad  a cambio de indicadores de salud, educación e infraestructura en su familia es una salida cada más definitiva para poder seguir con la explotación minera en el país. ¿De qué depende esto?, parece ser muy simple. Aplicarle a las sobre ganancias que tendrá que poner el nuevo gobierno un porcentaje, bajo censo y transparente para cada familia de la comunidad, no hay otra forma.

Dirán algunos que lo mejor es construir escuelas, hospitales y carreteras, sistemas productivos, cadenas de comercialización. Todo eso está bien, pero muchas veces no justifican las carreteras para decenas de personas, los aymaras producen en pequeños territorios estacionalmente y bajo la guardianía de familias, lejanas entre ellas y comercializan de manera peculiar, sin los estándares convencionales y menos las normas de la Sunat, Sunarp, Municipios y todo este enredo que significa para ellos los organismos que llegaron a instaurarse siglos después que ellos practicaran el comercio.

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