ENTREVISTA: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Dentro de unos meses saldrá a la luz “Quebradura”, un libro de reflexión e invocación. El autor, Miguel Donayre Pinedo, radicado hace varios años en España, responde las preguntas de Pro & Contra y, si bien es cierto que el tema inicial era los acuerdos sobre la Amazonía, era inevitable hablar del proceso electoral. Y ahí vino la frase que da título a esta nota. ¿Está en lo cierto? En este diario creemos que sí. Pero el lector sabrá analizar este análisis de la realidad de la floresta donde no se deja cabo suelto y el IIAP, entre otros y otras, queda mal parado.

¿Hay dos Pactos por la Amazonía, el de Iquitos apareció primero, el de Lima después, más allá de la cronología, el de Iquitos es una propuesta desde la tierra, lo de Lima es la misma visión de los de fuera que quieren salvar nuestra Amazonía?

La lectura y construcción de la floresta sigue siendo plana, unidimensional, monocorde. Cercena la diversidad y la polifonía. No hay ninguna flexión y escasa imaginación. Se carece de la visión en contrapunto. Se hace sin fondo histórico, sin memoria. Este defecto o miopía incurrimos los que estamos dentro y fuera de ella. Lamentablemente, las dos propuestas de pacto parten de esas mohosas premisas.

La propuesta de pacto que tiene su origen en Iquitos, es una suerte de venadas y humoradas, como el no al Convenio Escazú o la construcción de carreteras sin venir a cuento. La propuesta que nace en Lima, o fuera de la floresta, tiene un hedor centralista altamente preocupante –han pasado casi 200 años y seguimos en la Amazonia recibiendo recetas desde fuera-. Poco o nada hemos aprendido los amazónicos en este tortuoso caminar con el Perú. Los “amazonólogos” están en Lima y en otros lugares, diciéndonos lo bueno, lo malo y lo feo, cruel desgracia.

En ambos, el centralismo es transversal y corto de luces. El centralismo de Iquitos sigue en sus trece con propuestas disparatadas y mirándose el ombligo. El de Lima es torpe y paternalista, a pesar, que tiene respaldo institucional que se traduce en financiamiento y, como aliño, están los rostros de siempre de limeños bien intencionados. A veces, tengo la impresión que infantilizan a los que vivimos en la floresta.

La desconfianza ganada por ambas propuestas es que pertenecen a las élites de siempre, las que desoyen a los hundidos, como decía un letraherido amazónico, a los que sufren el despojo desde hace dos centurias.

Hay una escena de la película “Memorias del subdesarrollo”, de Tomás Gutiérrez Alea, donde los intelectuales criollos latinoamericanos discuten desde sus “torres de marfil” sobre la identidad negra y quienes servían el café a los sesudos intelectuales eran camareros negros. Esa misma situación tenemos cuando se discute sobre la Amazonía, sus habitantes y sus bosques.

La floresta nos enseña que todos y todas somos aprendices, más vale ir con humildad.

¿Qué tipo de pacto necesitamos los amazónicos para desarrollarnos en la realidad?

Los pactos tienen que ver con la oportunidad ¿Hay esa necesidad de ellos? Recordemos que la cultura de los pactos no tiene mucho recorrido en la vida política y social de Perú. Lo que más sobresalen son los codazos, patadas y mentadas de madre. Amén del océano de mezquindades. Alguien decía que el oficio de ciudadanía se practica todos los días, en ese sentido, los pactos no son la panacea, requieren de dosis altas de civismo y de norte político en el sentido más amplio.

La piedra de toque para la gestación incipiente de pactos podría ser el contexto de pandemia en el que estamos envueltos y que nos desangra ¿Qué podemos hacer ante ella?, ¿Quiénes son actores, los implicados para proponer las soluciones y salidas a esta crisis?, ¿Qué necesitamos para fortalecer el sistema público de salud en la floresta que es muy particular?, ¿Cuáles han sido los errores, debilidades y fortalezas, si las hubiera, en la gestión de la pandemia?, ¿Podría “la florestanía” (la ciudadanía de la floresta) llegar a un gran pacto de la sanidad pública? Sí hiciéramos eso, sería un gran logro. El hecho que la Iglesia Católica tenga un papel protagónico con la implementación de las plantas de oxígeno está mostrando lo mal que lo estamos haciendo. La construcción del Estado en la periferia es débil, de harapos.

¿La Amazonía necesita de los de fuera y los de dentro, será posible unir esas voluntades y esfuerzos?

El cortoplacismo, es una maldición decía Adela Cortina, una gran filósofa española. En eso debemos ser cautos para no enlodarnos en esa maldición. Partimos que no hay una sola Amazonía y cada una de ellas vive sus propios procesos: San Martín o Ucayali, para citar dos, están en procesos diferentes a los de Loreto o Amazonas, o el caso de Huánuco o Ayacucho que también son Amazonia.

Además, me pregunto ¿Tenemos como amazónicos capacidad de hacer una propuesta inclusiva y negociarla entre nosotros? La lógica extractivista sobre los recursos naturales es una espiral de la cual no podemos salir, y, para nuestra desgracia, tiene gran influencia en las ideas que circulan por la fronda. Vivimos en un páramo de propuestas, la intelligentsia amazónica está jugando otro partido. Por eso, hay que tener cuidado, una propuesta débil es aprovechada por los de “fuera”, “los centralistas”, los de siempre.

Un claro ejemplo de esa debilidad, entre muchos, es la reducción y pérdidas de competencias del Instituto de Investigaciones de la Amazonia Peruana (IIAP), que muchas veces, es el runrún tropical, es usado como bolsa de trabajo. Recordemos quien redujo al IIAP a lo que es ahora fue un amazónico de triste recuerdo. La lógica colonial y extractivista persiste, necesita tener una institucionalidad débil apara mangonear a su antojo, el IIAP ha sido una muestra de ello.

En este mismo marchamo está la construcción de la hidrovía en la floresta, de gran impacto ecológico y social, la idea es mantenerla activa los 365 días del año sin tener en cuenta a las poblaciones y a los ecosistemas. Hay una seria oposición desde el punto de vista científico y de los sabios del monte, pero se les desoye ¿Es posible unir voluntades en un contexto así?

¿Desde el exterior cómo observas el proceso electoral presidencial peruano?

La vida política peruana nada en el estiércol desde hace un buen tiempo y con pocas posibilidades de llegar a buen puerto. Una posible “línea de base” podría ser los años 90, pero recordemos el primer gobierno de García Pérez fue también nefasto, no solo desde la gestión económica. Es por eso que no creo que una elección atípica de un golpe al timón. Me gana ese pesimismo “ribeyriano” que en el fondo tenía una pizca de optimismo como cuando los jóvenes desalojaron a Manuel Merino, personaje sacado de un sainete. En ese sentido, tengo emociones muy encontradas.

Es un proceso electoral atípico el del 2021, afloran y están al acecho las noticias falsas. Las redes sociales juegan su propio partido. Hay candidatos sin freno social que dicen cada barbaridad que en decibelios se parecen Trump o Bolsonaro, pero son bien peruanos, con toda la carga que esto significa de racismo y machismo. Al mismo tiempo, la pandemia ha ahogado a la palestra, al debate. Estamos ante unas elecciones políticas de excepción. A veces, en un contexto, como el que vivimos, me asalta la duda, sí los debates son necesarios porque desde hace un buen tiempo nuestras elecciones están siendo erradas, eso me lleva al desconcierto ¿Sí otra vez metemos la pata? La vida me ha enseñado a hacerme preguntas más que quedarme con las respuestas que son siempre frágiles y provisionales.