La pasión turca. estuario híbrido (1)

Por Miguel DONAYRE PINEDO

En mi niñez cuando mentaban la palabra, Estambul, mi imaginación bullía de sultanes, alfombras voladoras, combates de piratas y filibusteros en el Mar de Marmara [en el imaginario de mi padre, lo que más reluce son espías en plena guerra fría]. Seguro que no era así pero esa palabra estimulaba mi espíritu por la aventura. Es una palabra sonora que empieza muy suave, sube y cae otra vez con gracia, es como una ola que sube y baja o quizás sea el aderezo amazónico de mis ancestros, busco afanosa e inconscientemente la onomatopeya. En ese mismo resquicio de la fantasía pueril soñaba con el Mar Bósforo [en turco es Garganta] que baña esta ciudad de cruce de caminos entre el continente europeo y asiático. Claro, era inimaginable que pisaría esas tierras del antiguo imperio otomano, lo me que seducía es que es un estuario mestizo, de mezclas de Europa y Asia [las aceitunas con pimiento las aliñan deliciosamente] de tensiones entre lo secular y el poder religioso [de modernidad y tradición], del pasado romano [muchos de ellos reinaban desde Oriente], del brillo y ocaso del imperio otomano, es decir, son ingredientes a la mar de persuasivos para no negarse a una vuelta por la tierras de Ataturk –un gran reformista en ese país. Edward Said, comentaba que una de las obras más valiosas sobre el canon literario de occidente se escribió desde Estambul, mirando a Europa, Erich Auerbach, vivió en esa ciudad entre 1936- 1949 y redactó Mímesis. Y mirando las aguas del Bósforo, del Marmara y el Cuerno de oro desde la torre de Galata, Galata Kulesi [en turco], le das la razón, es una ciudad que estimula a la creación, a la reflexión [por más que Orham Pamuk tenga una sensación diferente a estas palabras halagadoras]. No pienso en Isla Grande, seguro que empañaría hasta la depresión la acuarela que pinto dentro de mí sobre esta urbe viva al lado de las casas de sultanes y de gente muy amable con el peregrino. Cuando estudiaba en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, una amiga turca, cada que podía me insistía a ir a conocer Estambul [antes la conocían como Constantinopla], no te defraudará, me salmodiaba. No se equivocó.