LA PALABRA DEL AULLIDO

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   Por: Gerald  Rodríguez. N

Para George Steiner “la crisis de los recursos poéticos comenzó, a finales del siglo XIX. Surgió de la conciencia de la brecha entre el nuevo sentido de la realidad psicológica y las antiguas modalidades del discurso retórico y poético”. Como abertura queriendo rebuscar la sensibilidad que traspasaba la realidad de la modernidad, una serie de poetas rompieron con las reglas estructurales de la sintaxis y la definición poética que hasta entonces abarcaban los techos cerebrales de la época.  Rimbaud, Lautréamont y Mallarmé se esforzaron por restaurar el lenguaje en un estado fluido, provisional; esperaban devolver a la palabra el poder de encantamiento. En sus poemas los efectos parecen venir antes que las causas y los sucesos que  se producen con una simultaneidad inconsecuente. La poesía se renovó  a tal punto que convirtieron las palabras en actos, no de comunicación, primordialmente, sino de iniciación a un misterio privado.

Este desembarco del  misterio privado no solo se efectuará en esos poetas ávidos de renovación sino que tal concepto llegó vigente hasta la post modernidad, renovada por  causas del industrialismo, invasiones, existencialismo y vacío intelectual que tomará sus cartas en la poesía de toda una generación abierta a la realidad que buscaron en la poesía la más alta forma de expresión, no de lo que ven los ojos exteriores, sino lo que ve los ojos del alma humana en sus crisis por existir en cualquiera de los mundos.

El ritmo de la vida urbana e industrial deja agotado a la poesía al caer la noche, donde solo luego se escucha el aullido de las generaciones por el malestar existencial que corroe sus ser. Todo esto se supo expresar en Aullidos y otros poemas/ Howl and other poems  (Visor 2° edición 1993) de Allen Ginsberg (1926-1997) publicada en 1956 y que se presenta con un lenguaje que se venga por quienes lo mutilan. Poeta entregado, de manera sombría y más bien conmovedora, al deporte de escribir profundamente desde las fronteras del existencialismo y el dolor real de una generación desconcertante por los efectos de los cambios modernos.  Los poemas de este libro están destinados a desenmascarar la adaptación adolescente de quienes los recitan. Pero, de hecho, cuando se representan los poemas, sucede lo contrario. La energía y el resplandor del lenguaje de Ginsberg abren con fuego una tronera en la armazón que le rodea. Elevan la acción por encima de su mezquino nivel y en vez de denunciar a su generación en añicos, denuncian a los que hicieron de este mundo su herencia privada para controlar a los que la habitan. Los autores modernos rara vez pueden citar impunemente a sus superiores, pero Ginsberg rescata con  Aullidos y otros poemas las aspiraciones de sus superiores del simbolismo y de su maestro Walt Whitman. La dirección del canto libre y apasionado, la afirmación rotunda de la personalidad individual, la búsqueda de un mundo democrático y solidario: éstos son los valores que el viejo poeta (Walt Whitman) enseñará a su joven seguidor, pescando cada verso en su red luminosa la confusión viva de la vida inconsciente, destruyendo así  los bastiones del sueño.

Ginsberg también es el poeta de la plantaciones de palabras nuevas, renovada en su naturaleza lingüística, el poeta usa las palabras comunes dando un sentido culto y muy hondo en cada verso de Aullidos, comandando grandes batallones de palabras, reclutando nuevamente palabras hace tiempo olvidadas u oxidadas por las calles de New Jersey y el mundo, llama a filas a otras palabras nuevas convocadas por las necesidades de la imaginación. Palabras que buscan cantar al amor que cruza por  su cuerpo y que solo quiere expresarse con un cuerpo palabresco. Palabras que sobreviven y que en Aullidos y otros poemas, sobreviven a esos poemas de horribles experiencias. Palabras que elevan el sentido humano fundado en el amor, descrito con crudeza desde el inconsciente real para hacer de la derrota un canto de amor, amor que  nace de una miseria social y que termina siendo tierno para el poeta, por aquellas palabras que suelen rescatar para hacer de toda la miseria cerebral de su generación un solo canto de amor navegando en su cuerpo oscuro, ciego, en su guarida que es su país.

En Ginsberg se descubre un verbo libre y una personalidad acusada, conflictiva y un desacuerdo con las convenciones, algunos poemas hacen siempre hincapié en la homosexualidad del poeta, que se afirma a sí misma, para subvertir desde sí los valores puritanos de su mundo. El poeta no elude nada sino que la define hasta pintarse de lodo. En su mente vive su país y el mundo que lo contiene, lo reclama como suyo y, cree, se ríe de ello y tiene el tiempo y la audacia de amar a un mundo de su elección y de dejar constancia de este amor en un buen poema. Ginsberg se remanga los pantalones y atraviesa el infierno en busca de más amor.