La audaz Fiscalía de Prevención del Delito, en aras de evitar la proliferación de incidentes y accidentes de tránsito, procedió a ejecutar un censo de los agujeros, huecos, forados, fisuras, declives, levantamientos, cráteres y demás anomalías de las pistas de la grande ciudad de Iquitos. Para lo cual procedió a recorrer las arterias consideradas en peligro inminente. Cuando los fiscales y los expertos todavía no llevaban ni la cuarta parte del recorrido,  se dieron cuenta de que tenían por delante una tarea colosal, una jornada brutal, que les iba a demandar muchos años de vida. Entonces decidieron cortar camino y se fueron hacia la calle Morona. Mejor hubieran elegido otra calle.

Porque en aquel tiempo la calle Morona era una de las arterias más malogradas por la cantidad de forados, agujeros, huecos. Así los fiscales y expertos se vieron en la necesidad de contratar los servicios de conocidos rellenadores, entre los cuales destacaba el alcalde Euler Hernández que con sus implementos de albañilería y su mezcla   de cemento procedió a realizar los trabajos. Pero tuvo que ser despedido cuando se descubrió que lo único que buscaba era reelegirse como burgomaestre de Punchana. Los fiscales y expertos tuvieron que aprender ellos mismos los secretos de la albañilería para cubrir tantos agujeros.

Después que terminaron con esa calle buscaron la calle más periférica y allí se dieron con la ingrata novedad de que no podían acabar con los forados y agujeros, pues ni bien cerraban uno aparecía de inmediato otro en cualquier parte. Los miembros de la flamante Fiscalía de Prevención del Delito no pueden entonces dejar de trabajar entre las calles y rodeados de agujeros y forados por todas partes luchan incesantemente, dejando de hacer otras cosas, para que no ocurran incidentes, accidentes y otras calamidades en la grande ciudad de Iquitos.