Por: Percy Vílchez Vela

En los límites de su curul ella se quedó detenida y no quiso moverse de allí. En vano sus compañeros de bancada quisieron sacarle de ese lugar, en vano la misma policía pretendió llevarla a su casa. Así fue como la congresista se quedó a vivir en el Congreso en condiciones precarias. En su escaño armó su carpa para dormir todas las noches, allí mismo consumía sus alimentos y no salía por nada del mundo. El  motivo de ese cambio radical en su vida era que Jenny Vilcatoma  se había acusado de algún remoto delito que merecía la sanción correspondiente. El hecho llamó poderosamente la atención de todo el mundo y se le tuvo que acusar de usurpación de lugar. De esa manera la congresista fue juzgada y sentenciada a pagar una reparación civil al mismo Congreso.

La historia de Jenny Vilcatoma es bastante singular. Desde que arribó a su curul puso en práctica una serie de denuncias y acusaciones contra diferentes personas. Nadie parecía libre de su furia y ella era un torbellino encargada  de armar kilométricas acusaciones contra quien quiera que fuera. En poco tiempo se volvió temible debido a que sus cuestionamientos eran mamotretos jurídicos que establecían la culpa y la sanción correspondiente contra los acusados. En ese afán y en poco tiempo recorrió todo el país lanzando serias y bien documentadas acusaciones contra las principales autoridades que en ese entonces ejercían funciones de gobierno. Después se metió a las instituciones públicas y privadas y demostró que todos estaban llenos de funcionarios ilegales.

Muy pronto la congresista se volvió temible y el que menos huía de su presencia y de sus pesquisas. Pero algo pasó en determinado momento porque Jenny Vilcatoma, cansada de acusar a todo el mundo, decidió acusarse así misma. La acusación dio la vuelta al mundo y era que se había traicionado varias veces por seguir los dictados del partido fujimorista. En años de servicio no había podido mantener su línea y había tenido que hacer contrabando con su consciencia. Finalmente, para contentar a la congresista, se le encerró en una celda sin número y sin nombre. Alli está hasta ahora pagando su propia culpa.