La educación Rousseff
ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
Dilma Rousseff al cumplir el primer año de gobierno tenía 72 por ciento de aceptación y/o popularidad. Cifra nada habitual en los gobiernos de América. Tiene su estilo para gobernar. Pero más allá de ese estilo carioca mezclado con búlgaro, de donde proviene su lado paterno, está la claridad de su pensamiento y el norte de sus acciones. Según la agencia Prensa Latina la lideresa brasileña en su programa radial de los lunes, «Café con la presidenta», ha dicho que «la enseñanza es la principal herramienta para la conquista de los sueños de cada persona y también para que Brasil continúe creciendo, distribuyendo renta y que sea un país de oportunidades para todos».
Pero no son palabras que le brotaron de la nada y de la simpleza que da un micrófono delante. Están acompañadas de un sistema que se aplica en todo Brasil a través de programas educacionales que facilitan el acceso de los jóvenes de bajos recursos a la enseñanza superior. El Sistema de Selección Unificada (SISU) para universidades públicas y el Programa Universidad Para Todos (Prouni) para instituciones privadas han democratizado el acceso a la enseñanza. Solo con estos dos planes fueron abiertas 300 mil plazas. Una tremenda revolución aplicada por una mujer que pasó tres años en prisión injustamente, que recibió torturas y que no es la niña de los ojos del orden mundial de la información porque tiene formación comunista y ha militado en movimientos guerrilleros. Pero las cifras que muestra no puede negarse. Ha elevado a Brasil un peldaño en la economía mundial y está pensando en subir un peldaño más.
Y su fórmula no es la invención de la pólvora sino proviene del sentido común. Porque está basada en el acceso a la educación que tiene en los jóvenes su principal sujeto. Ha implementado préstamos con una baja tasa de interés de 3,4 por ciento anual y con ventajas como la cancelación un año y medio después de concluidos los estudios y a un plazo tres veces mayor que la duración del curso universitario. Leer su plan provoca reescribir todo lo que proyecta como aquello que los graduados en Pedagogía o Medicina pueden tener reducida esa deuda si deciden dar clases en escuelas públicas o atender pacientes del Sistema Unico de Salud en localidades carentes.
Y mientras uno lee los despachos internacionales y se abruma por los mensajes de las redes sociales quiere dar una miradita a la educación regional y se topa con esto: En el 2010 solo en la provincia de Maynas se han matriculado en el quinto año 7,710 adolescentes. Es decir, 3,382 menos de los que cinco años antes han iniciado la Educación Secundaria. Una deserción terrible. Y de esa cantidad 1,565 son mujeres que, si tenemos en cuenta las cifras del aumento en 30 por ciento de los embarazos en adolescentes que maneja la DISA, llegaremos a la conclusión que la principal fuerza motora de una sociedad que desea progresar se va para otro lado. Nuestras mujeres adolescentes paran más en las salas de maternidad que en las aulas escolares y universitarias.
Y después nos preguntamos ¿por qué Brasil crece y mejora? Cuando la respuesta está no sólo en Rousseff sino en nuestras narices.