Estos días en Bogotá los recordaré por el sabor de té de manzana, canela, gramos de panela y leche deslactosada, así llaman allí a la leche sin lactosa como en Montevideo. Me sentaba en la cafetería que compraba el té y miraba el pasar de la gente, casi siempre apurada. Los tiempos de los viajeros difieren de los locales. Terminaba mi bebida y me encaminaba a una librería y me quedaba un buen rato mirando libros de autoras y autores colombianos. Era una rutina que me imponía ante el caos que genera la diferencia horaria, el orden empieza por allí. El tráfico y la bulla de Bogotá están siempre presentes en el paisaje urbano y humano. El contexto del país eran la vida, corta o larga, de los Acuerdos de Paz y la asunción del nuevo presidente de la República. Cuando conversaba con gente y amigos, y extranjeros, que viven en Colombia mostraban un escepticismo optimista con la implementación de los Acuerdos de Paz. Hay una pasmosa morosidad. Hay líderes políticos de fuerte talante autoritario, que encandila a mucha gente, que en lugar de facilitar el camino para la paz ponen badenes aunque no solo en Colombia. Desprenden un tufo de revanchismo fútil. Para mi suerte, la estadía en Bogotá coincidió con la juramentación y toma de posesión del nuevo presidente de Colombia. Escuché parte de su discurso pero, en verdad, no me sedujo en lo más mínimo. Se respiraba a un populismo de derechas, es solo la impresión de un viajero digo como excusa. La puesta en escena de poder me pareció muy formal y vacía de contenido. Luego de su discurso muy cargado de una retórica fofa y con periodistas turiferarios del poder, muy pocos críticos, fue el momento del besamanos. Habrá durado una eternidad. Era un espectáculo ver a hombres y mujeres deseosos de tocar la mano al quien tiene el poder. Sus rostros denotaban una inusitada emoción, sonreían, lo manoseaban y él se dejaba manosear, les hablaba como si los conociera toda la vida. A mí me daba repelús ese comportamiento tan humano y tan miserable al mismo tiempo. Había un poco de todo. Desde diplomáticos (casi siempre engolados y adulones con el poder), políticos, amigos y familia del nuevo mandatario. En la sección amigos del presidente di un grito de espanto que hasta F se asustó – recordaba sus pésimos gobiernos, su desprecio a los indígenas y a los derechos humanos, el converso liberal y hablantín sin sentido. El personaje que aparecía en las imágenes era García Pérez, el pata que carga las andas del Señor de los Milagros, estaba acompañado de su pareja actual y su hijo. Confieso que me dio repugnancia verlo, ese man encarna la descomposición de la clase política corrupta. Me dije si ese es el amigo del nuevo presidente vamos mal. Cambiar para que nada cambie.

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