Ahora que vivimos en un estado de inseguridad ciudadana, se nos hace difícil poder comprender la tranquilidad que respiraban nuestros abuelos en la primera mitad del siglo XX; y solo nos queda recordar con estas viejas fotografías que se adjuntan a este artículo, que son anteriores a la década del ‘50, parajes de nuestra «Isla Bonita’ donde se aprecian aquellas calles tranquilas como esta; primera cuadra de la calle Brasil, la misma que, como vemos no estaba pavimentada. Y al lado izquierdo está la primera cárcel de Iquitos (edificio oscuro), siendo propietario el Ministerio de Justicia y Ministerio del Interior de la Guardia Republicana, ellos tenían a su cargo la vigilancia de los presos de ese entonces y fue construida en el año 1902.

La construcción de la primera cárcel de nuestra ciudad estuvo a cargo de un ingeniero de apellido Hassel, la edificación se levantó sobre una estructura de albañilería reforzada, se parecía a primera vista una fortaleza de la “Edad Media” fuera de su entorno real; sin embargo se encontraba en el centro de la ciudad de Iquitos, y su perímetro estaba vigilado por la antigua “Guardia Republicana” con fusiles. Sus techos eran de calamina y pisos de cemento, En la parte superior de la fachada se pueden observar 2 torres de vigilancia en sus extremos para divisar si los prisioneros intentaran escapar; El edificio constaba de una planta y midió 27m. de largo x 25m. de ancho con un área construida aproximada de 675 metros cuadrados, y un área total de 1,103.46 m2, la cual incluye el patio del penal, como comprenderán la población de reos era bastante limitada.

La rutina en esta cárcel no era tan estricta como ahora. Los presos se levantaban a las siete de la mañana para que tomaran un baño obligatorio, y aunque no lo crean muchos se hacían maltratar para no bañarse; y por ese motivo se hacían llevar de vuelta al calabozo. Después de estar bañados y arreglados sacaban a los reos a un salón como una especie de comedor para que reciban el desayuno, que constaba de un pan del grosor de un dedo y una taza de mazamorra de plátano. Después del desayuno les contaban de uno en uno para verificar que nadie se hubiera fugado. Al terminar el conteo los sacaban a trabajar: unos para carpintería, otros para zapatería y otros oficios. Permanecían en el taller de 9 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Con un descanso al medio día para almorzar, después ingresaban al salón comedor para esperar la cena, que era servida a las 6 de la tarde; para luego ser encerrados en las celdas hasta el siguiente día y así seguir la misma rutina.

Por lo general los prisioneros mataban el tiempo jugando a las cartas, dados, damas e inclusive ajedrez, evidentemente eran otros tiempos; hasta los presos tenían pasatiempos más sanos. Los mas avezados lo pasaban fumando su “mapacho” y bebiendo aguardiente (chuchuhuasi, cañazo, cachaza, etc), esto los ponía de mejor ánimo y también los refrescaba por el inmenso calor que hacía. En está cárcel estaba instituida la figura del interno de apoyo, que consistía en un preso que se encargaba de recibir a los nuevos presos y darles un paseo por el interior de las instalaciones del penal; de esta forma nada se salía de la rutina. Los días de visita para los familiares y amigos eran los domingos y feriados, e incluso se llegaban a celebrar las fiestas típicas de Iquitos; tales como carnavales, San Juan, purísima, y las tradicionales como fiestas patrias y navidad.

Su interior albergó desde sus inicios a más de un avezado delincuente, los más peligrosos de estas tierras. Con los años se transformó en un lugar tugurizado, debido a su espacio limitado, además de estar ubicado en el centro de la ciudad, su traslado o cierre era necesidad a finales de los años ‘70. La cárcel de Iquitos, cuya singular arquitectura, aun se muestra en la primera cuadra de la calle Brasil y sirve de sede a una unidad de la PNP. Sus últimos Ocupantes como centro de reclusión fueron trasladados al actual penal de Guayabamba.

Si observan detenidamente las fotografías, podrán apreciar al lado izquierdo, la casa Atlántida (esquina con Jr. Próspero), así como otras construcciones de la época. En esos días la vida en la «Isla Bonita» era bastante apacible y no existía los niveles de inseguridad ciudadana de hoy en día, en aquellos años la población se sentía segura cuando salía de su casa; desde los niños hasta los adultos nos habíamos acostumbrado a vivir así, NO como ahora el miedo que sentimos a que nos roben o agredan en cualquier punto de la ciudad, hasta en los lugares más concurridos y supuestamente más seguros, pues ya ni siquiera estar cerca a una comisaría es signo de seguridad.

Cuenta la historia que una noche de copiosa lluvia un grupo de presos logró escapar a través de los techos al abrir un boquete, por allí se escabulleron sorteando a los guardias del corredor, y alcanzando el «alto muro» que da a la calle Brasil, Abajo esperaban en la oscuridad sus cómplices, quienes les lanzaron una cuerda, que los prófugos ataron al mástil de la bandera, y al escuchar la señal proveniente del otro extremo de la calle en el cual había sido atada a un árbol de mamey, se deslizaron hacia la libertad, lamentablemente para estos facinerosos fueron capturados al poco tiempo.

Amigo lector, este es un pequeño relato de como se vivía en esta singular prisión, existen muchas mas anécdotas durante los 68 años que estuvo activa esta penitenciaría, es obvio que se haya acumulado mucha historia que de seguro ustedes conocen mejor que yo. Al escribir este pequeño artículo, espero haber logrado transmitir el significado de la palabra “Libertad” y lo que representa en el “sentido de la Vida”. Además de las cárceles de la vida, que a algunos les toca atravesar cárceles hechas de muros, pero ninguna cárcel, por más dura, fría o deplorable que sea, puede compararse con las cárceles de la vida misma. Finalmente quiero decir que la prisión es el lugar que nadie quiere entrar y, en cambio, todos quieren salir.