Hispania (II)

Por Miguel DONAYRE PINEDO

Siempre he tenido grima a las banderas. Enarbolarlas me ha parecido una actitud fascista, miope, de poner cercas a un mundo ancho y ajeno. Levantan vaporosos sentidos de pertenencia o de identidad que han pasado por los fogones de la exaltación, de la algazara, del menosprecio a la alteridad, aliñado de consignas cerriles como el hecho diferencial. Me parecen actitudes dignas de palurdos. En mi caso venía de un país donde la bandera y otros signos patrios las encuentras hasta en la sopa aunque el obstinado amor a la patria les sirve para llenarse los bolsillos por actos de corrupción. Pero en los reinos de Hispania las banderas se instrumentalizan de una manera patológica. A todo este sentimiento añadir las fuertes fuerzas centrífugas y centrípetas de los nacionalismos españolista y periférico [los más notorios son el vasco y el catalán, y el españolismo de poca enjundia y rancio]. Y volviendo a las banderas que tienen íntima relación con los nacionalismos. Si levantas la bandera oficial eres un monárquico, franquista y otros epítetos más. Pero sí levantas las banderas de la tribu [andaluza, catalana, vasca, asturiana y más] eres un tipo way, bacán. Miren lo que hacen los jugadores españoles de fútbol al terminar un triunfo importante todos se vuelcan e izan las banderas de su oscura cueva [digna lectura de psicoanalista]. Es un pueblo o pueblos que se mueven por sentimientos fermentados, miremos lo que pasa en Cataluña han olvidado la crisis económica [de una autonomía que no tiene ni para pagar a sus médicos] a la pachanga nacionalista y solicitan la secesión a la que se han sumado intelectuales que se han bajado con facilidad los pantalones [hasta las talones dicen algunos]; se presume que los intelectuales deberían ser críticos con el poder, en este caso piden sitio para poner las posaderas. Es una huída hacia delante a pesar que hay un abismo. Aquí se burlan y menosprecian a los países sudamericanos como bananeros pero con lo que pasa en este reino todos los días, los plátanos son la comida de todos los días.