Gianmarco y la felicidad

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Muchas veces temo escribir sobre el impacto que me causan los libros que voy leyendo porque no son pocos los que pensarán que es un exceso de vanidad el andar vociferando sobre las enseñanzas literarias. Corro ese riesgo. Pero Gianmarco Zignano en uno de los mejore conciertos de los últimos años, por la forma y fondo, nos ha dejado una frase contundente: “No busquen ser exitosos, busquen ser felices”. Caramba. Desde que la pronunció el centro de convenciones “Pardo” esa frase se ha repetido en mi mente y, a esto viene el cuento, no he parado hasta detenerme en la página 162 de “El legado de Mandela”, biografía de ese líder escrito por el periodista Richard Stengel que se refiere a la felicidad.

“En una ocasión pregunté a Mandela si era feliz. Él frunció el ceño. Es la clase de pregunta que él considera superficial y entrometida a la vez: una mala combinación. Pero finalmente arrancó a hablar. Contó que su padre había muerto demasiado joven y prácticamente arruinado. Que su madre murió creyendo que su hijo era un delincuente, un criminal quizá. Una de las cosas que más se arrepiente es de no haber ayudado a su madre a comprender la causa por la que él luchaba. Aludió a los retos a los que tuvieron que enfrentarse sus propias hijas. Y a continuación mencionó a los escritores de la antigua Grecia que había leído y disfrutado en la cárcel. Ellos tenían una visión amplia. No recordaba el nombre del escritor, pero contó la historia de cuando Creso preguntó a un sabio si podía considerársele un hombre feliz. Y el sabio respondió: “Solo al final de la vida puede saberse si un hombre ha sido feliz”. Él estaba de acuerdo, y en parte eso fue lo que le hizo ser tan prudente y tan cauteloso. Todo puede cambiar en el último capítulo y hay que mantener la trayectoria trazada para prevenir que ocurra alguna adversidad. En realidad, Mandela está contento. Ha tenido grandes tragedias en su vida, pero ahora conoce el final de su vida, y sabe que ha sido fiel a ese final, y la historia lo juzgará con benevolencia. Puede decirse que es feliz.”

En cada una de las 222 páginas del trabajo de Stengel hay enseñanzas sobre la vida, el amor y el valor que provocan reflexiones inevitables. Yo estoy dándole una segunda repasada porque, a pesar que no tiene la extensión de otras biografías como las de Ernesto Ché Guevara escrita por Jon Lee Anderson con 756 páginas ni la de Gabriel García Márquez escrita por Gerald Martín con 762 páginas, no hay nada más agradable que saborear la palabra bien escrita y la enseñanza mejor elaborada. Y he corrido ese riesgo de parecer vanidoso porque, entre sorbo y sorbo, Gianmarco ha pronunciado una frase que encierra la felicidad que le embarga cuando nos regala sus canciones.