Por: Gerald Rodríguez. N

 

Nada es relativo en la Muerte en Venecia, tampoco es nueva su temática. Lo que le hace extraña, entrañable, mágica, gustosa y sospechosa de su arte elevado es su análisis que hace de la homosexualidad y de esos valores estancados en una sociedad tan occidental como absurda. Pero Según Mann, ¿cuál es el nido de la verdadera belleza? ¿en el macho o en la hembra? ¿en el objeto contemplado o en el contemplador? ¿en realidad que es lo bello? ¿podemos ver algo bello donde reside lo absurdo y lo horrendo? ¿un hombre puede ver bello a otro hombre? Y si lo viera ¿eso lo hace menos hombre, mas afeminado? ¿eso lo cambia de sexo?, ¿la belleza es el culto al sexo? Pero volvemos a nuestro tema, y pregunto: ¿Por qué nuestro culto Gustav Aschenbach encuentra la belleza en un apenas joven llamado Tazio? Si eso fura correcto o no para la sociedad, poco o nada le interesa al protagonista de este mayor clásico de nuestra literatura universal.

Mann con toda su fuerza poderosa y creativa rompe dos conceptos que envejecían junto a la humanidad: el concepto de belleza y moral. Violando las normas de lo no permitido o lo permitido, o de lo bellamente hermoso, encontrándolo en un joven sino en una mujer. Thomas Mann transgrede esa norma de lo “normalmente establecido” que se grafica en la enfermedad y muerte de aquel joven protagonista, como si fuera el precio del pecado de su tan exaltante e insoportable belleza. Nada en esta novela es amor, es una introspección a ese lado humano que se nos niega explorar más que solo a través de las artes o de la filosofía. La novela recrea ese valor de análisis que nos invita a esa reflexión de lo que es verdaderamente permitido o no para satisfacer en garantías estudiadas a una sociedad que ni tan solo ha llegado a preguntarse de qué barro está hecho su corazón. La atmosfera enferma y viciosa de aquella Europa enferma y cansada de sus valores es lo que se contrasta en el lenguaje de doble dimensión, cuando es la represión íntima la que se esconde detrás de tanto sufrimiento por la extrema belleza del joven.

La crisis espiritual de Gustav Aschenbach, músico cansado y repetitivo en su talento, busca ser vencida en un renacer en Venecia, ya que el latido común de Mann estaba en intentar separar algún tipo de rabia u obsesión de esa belleza que alaguna vez admiró en un joven de la cual estuvo enamorado. Mientras la historia nos narra aquel goce espiritual en medio de esa crisis artística, para salvar lo que le quedaba de vida y de arte. La conciencia de ese íntimo decaer, la decadencia de un arte y de una vida, lo firme y lo bello a un solo ritmo no deja avanzar a la vida estancada en conceptos banales y desusados por una sociedad que busca en el ritmo cansado las verdades de la belleza menos apreciadas. Thomas Mann, ese explorador de lo que va descomponiéndose nos define con ese lenguaje refinado, pulcro, bello, apolíneo, que en la contemplación está la verdadera vida , en esas dimensiones a donde la simple vista no llega, ahí radica el verdadero sentido de la vida, que mientras lo descubrimos y nos torturamos para aceptar, la belleza, que es el sentido de  todas la vidas, se convierte en el única salvación de la humanidad, de su existencia sin que se opaque la mente luminosa del que realmente supo observar el otro lado de los viejos conceptos humanos.