Las redes sociales es un bestiario del comportamiento humano digno para escarbar en este mundo líquido. Hay muchos perfiles y pelajes. Alguien señalaba que es el espacio para fortalecer el egoísmo en sus múltiples manifestaciones. Te piden que coloques una fotografía – claro no pones cualquier foto sino la que más te guste o que pueda gustar a los que husmeen tu pared virtual (parecen actores o actrices famosas), que digas lo que haces o no haces. Preferencias. O inclusive se pide los hobby de cada uno. Además da paso que en el muro publiques casi todo, me cuentan que algunos van contando hasta los detalles mínimos de su gris vida. Además es un nicho genial para las empresas y el Big data, el derecho a la intimidad queda en entredicho, porque ellas, el Gran Hermano sabe al milímetro tus gustos y necesidades. No es extraño que a raíz de la última mudanza en nuestros correos saliera la publicidad de lo que estábamos necesitando en ese momento, esta preocupación aumentó cuando se publicó la noticia que algunos teléfonos móviles escuchan las conversaciones de los usuarios. Estamos en las manos instrumentalizadas de este Big Brother que todo lo sabe y ve todo. Estamos vendidos. En este engranaje del Big data encontramos por el FB con el pata o la pata que va publicando epígrafes de lo que dijo un escritor o escritora, filósofo o filósofa, o de escritores de autoayuda, y los “postea” a sus patas. “Bueno es culantro, pero no tanto”, dice un dicho peruano. Está bien una vez, pero no cada día que estomaga. Hay un inflación de estos mensajes en esa dirección que algunos son muy edulcorados y el pata los sigue enviando sin ningún empacho ni reparo. Se ha propuesto el tío o la tía que para empezar el día debe buscar la frase y postearla, gran trabajo. Aunque sería bueno que dijera algo él o ella, pero no citando a otros. Seguro que no postearía tanto.

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