Especies secretas, de Gerald Rodríguez, forma parte de la colección Río Marañón

Gerald Rodríguez Noriega, autor de «Especies secretas»

Obispo de Iquitos, Miguel Ángel Cadenas, sobre “Especies secretas” de Gerald Rodríguez:

*Aunque afirma que no le parece que presente ninguna novedad

El obispo de Iquitos, Miguel Ángel Cadenas, escribió en las redes sociales sobre el escritor Gerald Rodríguez Noriega y su reciente libro “Especies secretas” que forma parte de la serie Río Marañón que impulsa la editorial amazónica “Tierra Nueva”

“El libro que me sirve de referencia está bien escrito. Sin embargo, nuestros intereses son divergentes. En principio, eso no debiera ser ningún problema. Debemos aprender a convivir entre diferentes.

El cristianismo juega un rol protagónico en el libro. Hay muchas cuestiones de fondo que no se pueden tratar aquí. Me ha parecido percibir que el autor plantea la necesidad de una salida del cristianismo. Sin embargo, y esta es mi propuesta, me parece que ha quedado encadenado a la visión occidental.

Por supuesto que se puede criticar el cristianismo. No es ninguna novedad, ha ocurrido en todos los tiempos. Desde Celso a Nietzsche, por citar a dos autores muy conocidos. No me parece que este libro presente ninguna novedad.

Voy a seguir brevísimamente dos líneas. Una latinoamericana y otra occidental. Comencemos con la primera. Desde América Latina se nos invita, como mínimo, a tener precaución con de “la colonialidad del saber”. Por la brevedad me voy a ceñir exclusivamente al relato titulado “historia de la soledad”. Pues bien, términos como ‘Dios’ (o ‘dios’) y ‘alma’ / ‘espíritu’, merecen, cuando menos, algunos matices. Dios proviene del Zeus griego. No creo que se puedan denominar ‘dioses’ a las creencias en seres superiores de los indígenas (“dios del agua”, “dios del viento”…) Sugiero que definamos lo que entendemos por ‘Dios’ (o ‘dios’). El cristianismo podríamos considerarla una religión monoteísta, mientras que los indígenas amazónicos podríamos englobarlos en lo que se denomina animismo.

De igual manera sucede con el vocablo ‘alma’ / ‘espíritu’. Para los occidentales vendría a ser una especie de principio vital, sin entrar ahora en disquisiciones. Mientras que los indígenas consideran la pluralidad de almas / espíritus: los kukama afirman que cada persona tiene dos o tres; los awajun, dos… El alma / espíritu hace ruido e incluso habla, aunque no se entiende. Los achuar dicen que el alma / espíritu también tiene cuerpo (el cuerpo del alma / espíritu es diferente del cuerpo en sí). Los ikito, que aparecen en el relato, consideran que el alma / espíritu hace un sonido que se escucha en la noche como si estuviera quemando chacra en el cielo. Este sonido es acompañado por la garúa.

En otros términos, necesitamos estar atentos a la “equivocación controlada”: utilizamos la misma palabra, y nos referimos a cosas diferentes. Son este tipo de matices los que he echado en falta. Esto me sugiere que seguimos pensando desde el modo occidental. No hemos avanzado gran cosa. Habitamos en la equivocación, pero debemos hacer lo posible por controlarla, si deseamos comunicarnos. En el caso que nos ocupa vendría a ser una configuración occidental del personaje Awé. No tenemos espacio para profundizar más.

Supongo que ‘San Juan de los napeanos’ y la contemporaneidad entre jesuitas, franciscanos y agustinos sea una licencia literaria, dada su discontinuidad en el tiempo y en el espacio. Si no recuerdo mal hubo una reducción jesuita denominada San Pablo de los napeanos, que correspondería a la actual Iquitos. Pero no recuerdo, cito de memoria sin comprobar, que hubiera una reducción denominada San Juan de los napeanos. Cronológicamente primero llegaron los jesuitas (1639-1789), a su salida se encargaron unos breves años los franciscanos y los agustinos llegaron a Iquitos en 1901. El territorio donde se desempeñaron cada una de estas órdenes religiosas no coincide totalmente. Estos detalles supongo que son conscientemente obviados, como una concesión literaria para su narración.

En la segunda línea me he acordado de quien propone que el cristianismo es “la religión de la salida de la religión”: el cristianismo ya ha cumplido su cometido histórico, es una etapa superada. Habría mucho que decir acá, pero no es objeto de esta nota. Por tanto, “nada nuevo bajo el sol”. En este tiempo de penuria y desencanto hay muchas posibles lecturas para un mundo desencantado. Una de ellas es el libro de Qohelet o Eclesiastés, uno de los sabios de Israel”.

Así es como Cadenas comenta esta publicación.