La Amazonía como cuestión constitucional está presente en la Constitución de 1979 y la de 1990, se creó gracias a ellas, cierta institucionalidad de ámbito nacional alrededor de esta región- en el ámbito internacional se tenía al Tratado de Cooperación Amazónica que en la actualidad camina bajo mínimos y toda la normatividad internacional que de alguna manera aborda los recursos naturales que poseen los países de la cuenca. Dentro de la institucionalidad nacional tenemos a la alicaída Institución de Investigaciones de la Amazonía Peruana que con el tiempo ha perdido autonomía, ha ganado el centralismo burocrático y ha ampliado la brecha de legitimidad frente a la población amazónica, la ineptitud de sus dirigentes ha sido de lo más relevante. Sobre esta ecoregión importante en la regulación del clima mundial los discursos o relatos sobre el desarrollo o desarrollos son los que más han nublado la discusión y cada país ha tenido lo suyo, haciendo un río revuelto y sabiendo quienes son los ganadores. En el caso peruano, la idea hegemónica ha sido la del desarrollo sostenible en todas sus variantes, la definición se presta a esos juegos, desde lo más liberales (que promueven empresas verdes sin ningún sentido ecológico) hasta de los ecologistas profundos y variantes (léase el libro de Marc Dourojeanni, y realmente uno sale corriendo por sus ideas que lindan con el ecofascismo). Lamentablemente, sobre el concepto de desarrollo o progreso en la floresta no ha habido una debida y pausada discusión, quizás por eso, la implantación autoritaria de la hidrovía en la Amazonía es más de lo mismo: las ideas se imponen a las buenas o a las malas, y hala, vamos a experimentar en la Amazonía se puede leer en el subtexto y sí sale mal, lo siento y palmadas al hombro ¿las ideas sobre el desarrollo acaso pasan únicamente por el desarrollo sostenible?, ¿el modelo económico vigente y voraz no es una amenaza a los recursos naturales existentes en la Amazonía?, ¿hay otros caminos del desarrollo?

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