ESCRIBE: Miguel Donayre Pinedo
El lobby extractivista ha ganado la primera batalla sobre la firma y ratificación del Convenio Escazú, la Comisión del Congreso ha decidido encarpetarlo en el sueño de los justos, de acuerdo al procedimiento de esa institución. Como sabemos los peruanos y peruanas, el Congreso cada día está de caída libre en legitimidad porque representa intereses cada día más espurios y opacos. Los temores infundados de los extractivistas era el tema de la soberanía nacional, el súper poder de la ONG entre otras venadas cada más sorprendentes- entre los que enarbolaban esos bulos se encontraba tristemente un expresidente de la región y posible candidato a un puesto público otra vez. En situaciones así uno no entiende con el serio pasivo negativo en la historia y memoria sobre los recursos naturales que tiene la región seguimos apostando por la misma deriva. La experiencia en la explotación de los recursos naturales, como el caucho o el petróleo, nos dice que es necesario evitar la opacidad existente sobre los contratos o concesiones de estos recursos. Que el desarrollo o progreso de la región no va por ese camino. Ante las cotidianas amenazas y muertes de los líderes ambientalistas en el convenio hay disposiciones expresas de protección sobre estas personas. Pero no importó mucho a los extractivistas estas consideraciones, cuando más opaco mejor es la regla de oro. Uno de esos casos esperpénticos es lo sucedido por la localidad de Tamshiyacu, cerca de Iquitos. Hay una empresa que cicateramente ha obtenido concesiones para su propio beneficio. Cuando uno observa a esta empresa hay pasmosos intereses mercantiles que tiene ramificaciones que van desde el Congreso de la República, asesores de ministros y hasta de gremios profesionales de Loreto que salen a la palestra para atizar el ambiente cada vez que la prensa les da oportunidad con noticias de mala fe. Nos envuelve el desvarío. Con un pasivo tan grande en la gestión de los recursos naturales, desgraciadamente, no hemos aprendido nada.