Las personas tendemos a ordenar el caos que nos circunda, y para ello, necesitamos establecer una rutina. La rutina está en dirección contraria del caos, de la improvisación. Es más, la naturaleza humana tiene a imponerse férreamente “cierto orden”. Suelto este rollo a raíz de mi estancia en un hospital por varios días a raíz de una operación quirúrgica. Hasta horas antes seguía con mi rutina habitual. Revisando escritos, leyendo libros, escribiendo hasta que me llegó la hora de ir a la sala de operaciones (en el zurrón había puesto a libro de “El Quijote de la Mancha” y un cuaderno de hojas blancas con un lápiz (que cuando leo lo que he escrito es intraducible). A partir de ese hito de mi entrada a la sala de operaciones el mundo cambió, perdón, mi mundo cambió trescientos sesenta grados. Ingresé al quirófano a las seis de la tarde y salí casi a la media noche – claro, estas horas de espera generó una tensión en Fofó que no sabía qué pasaba. Al salir y estar en la sala de rehabilitación no entendía nada de lo que había pasado. Sólo sé que en mi vida en esas horas de paréntesis no sé qué pasó. No recuerdo ni lo que soñé, sólo recuerdo segundos antes en el quirófano, una guapa anestesista de acento cubano, me dijo que me iban a dormir y luego nada. Es como si estuviera en blanco o en el vasto territorio del limbo. Una operación y días en el hospital ha roto mi rutina, pero al mismo tiempo, abrió otra. La otra rutina era la del hospital: te despertaban muy temprano para medirte la temperatura, la presión, revisarte el suero, el calmante o lo que fuera, la señora de la limpieza, las horas de la comidas, las directivas del médico se cumplen casi a rajatabla y sólo queda obedecer; no se admite disidencia en este universo donde la salud de los pacientes es un bien a mimar. Esta intromisión en mi rutina me generó una confusión morrocotuda. Sin embargo, al mismo tiempo entendí que si los que gestionan los hospitales no se imponen esa rutina el mundo se vendría abajo. La anomia en estos caos es perjudicial para la salud. Ha sido un choque de rutinas que me dejado en el limbo.