En el colegio de Isla Grande sí teníamos una razonable biblioteca. Estudiaba la Secundaria y, muchas veces, aprovechaba los recreos para pasarme por allí. Leía unos párrafos de El Quijote, se me viene la imagen de un grueso libro que eran las obras de Jorge Luis Borges, de folios muy delgados. Algunos en son de broma decían que las hojas que faltaban fueron dignamente hechas humo en honor a este gran escritor argentino, un vuelo muy literario. En el colegio no podías ser ni muy chancón ni muy malandrín, tenías que buscar como podías ese balance de cara a la cohorte de briosos adolescentes de hormonas alteradas. Te podía fastidiar la vida entera como de hecho ocurría con otros colegas sino conseguías ese equilibrio. Son los caminos en este barrizal. No recuerdo el día ni el momento en que fui por primera vez a una librería. Seguro que pasé por varias pero no me dejaron huella en la memoria- puede ser en uno de mis viajes a Lima siendo adolescente o en Pisco. Me refiero a una librería donde hubiera muchos libros, consultar obras, conocer a otras personas. Me parece que eso ocurrió en la universidad, no lo tengo claro. En el primer año de la universidad un tío me regaló una propina e inmediatamente me fui a comprar ¿Qué es la literatura? De Jean Paul Sartre y desde entonces he acudido a las librerías en el lugar donde estoy. En el centro histórico de Lima había muchas librerías y había días que me iba a visitar y ver novedades. Muchas de esas librerías han desaparecido cuando voy de paseo por esas calles, han borrado una parte de mi memoria personal. Recuerdo una que vendía revistas hechas a mimeógrafo, de poesía y de política. Los de política estaban en la zona gris de la política activa y subversiva. En la Plaza Francia quedaba la Librería Studium, compré con las propinas de mi madre muchos libros allí. Me quedaba horas mirando librerías. Tenía una buena sección de libros peruanos y extranjeros. En estos caminos sabías que siempre encontrabas un amigo o amiga por allí.

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