ESCRIBE: Miguel Donayre Pinedo

En casa era uno de los refranes que nos repetían mis padres cuando éramos pequeños, “Pobres, pero honrados”. Es más, se invocaba señalando que tenían como marchamo nuestros ancestros, apelando a un criterio de legitimidad aplastante, como para no dudar. En el fondo, nos querían decir que a pesar de la pobreza material, hay siempre una coraza ética para sentirnos orgullosos en el devenir de la vida. Este adagio popular, muchas veces, nos ha iluminado u orientado en momentos importantes; hemos citado este proverbio para sentirnos en paz con nosotros mismos. En mis tiempos adolescentes, circulaba la revista chilena de nombre “Condorito”, en el pueblo del personaje, había un diario de nombre “El hocicón”, que tenía la misma sumilla: “Diario pobre, pero honrado”. Es decir, que por todos lados recibíamos como lección: elegir la pobreza material y no defraudar en lo ético, en lo moral, que sería una gran victoria en el ejercicio vital. En verdad, era una gran reserva moral frente a lo prosaico. El refrán está amalgamado de ideas estoicas, que preferían, los estoicos, la pobreza material antes de sacrificar la riqueza espiritual, moral, si cabe. Amén, de las prédicas cristianas en esa misma dirección. Pero ¿Esto es siempre así?, ¿Alguna vez hemos tenido que comernos carros y carretas para ceder a lo material? Seguro que, muchas veces, sí, sino que alguien tire la primera piedra ¿Y esto nos hace sentirnos bien con nosotros mismos?, ¿Hay una línea o franja roja de la cual no debemos pasar? ¿O seremos implacables marxistas, pero de Groucho, que decía que “estos son mis principios, si no te gustan, tengo otros”? La vida da puntadas por donde uno menos imagina, es muy cabrona, diría la escritora Almudena Grandes, y creo que por eso nos enseñaban e insistían nuestros padres y el diario “El hocicón”, a que trazáramos o pintáramos esas líneas rojas de las cuáles no debemos pasar. De no ceder. Suelto todo este rollo, espero no aburrir, a raíz de la donación de una empresa, con serios pasivos ambientales en la región de Loreto, en Perú, a un representante de la iglesia católica para la compra de una planta de oxígeno, por la dramática crisis sanitaria que atraviesa la ciudad y la región por la pandemia del covid ¿La empresa deducirá la donación de los impuestos en un acto plenamente legal? Una periodista, con buena fe, citó pasajes bíblicos al cura cuestionando el desprendimiento de la empresa; es más, un líder social ponía en duda la calidad moral de la donación exponiendo sus motivos. En el fondo, Luz Marina y José, lo que nos recordaban era la frase: “Pobres, pero honrados”. No querían poner en cuestión al clérigo, que tiene una ganada auctoritas en la población por su buen hacer, sino a la donación, pero todo se tergiversó e interpretaron sesgadamente. Una parte de la ciudadanía respondió agresivamente contra Luz Marina y José, y sin entender razones, justificaban a machamartillo la ofrenda de la empresa por la difícil situación de la sanidad pública en la región. Es más, quien recibió la donación no hizo ningún mohín ni reproche. Desgraciadamente, pocos recordaron el dicho popular citado que nos llama a pensar siquiera por unos segundos ¿Pobres, pero honrados?

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