Los iquiteños que el año 2025 viajaron entusiasmados al lejano planeta  marte, vienen armando alboroto y ginkana, caos y desbarajuste, pues quieren regresar a toda costa a la ciudad que un día abandonaron ejecutando un largo viaje por el espacio. Después de la novedad del arribó a ese lugar,  se sintieron defraudados, pues no había ningún marciano en el comité de recepción. Eran terrícolas convencionales los que habían hecho el negocio de la década al  cobrar una fortuna por esa travesía por el abismo del cosmos.  Además, colonizar ese sito era algo superior a sus fuerzas.

El agua era el  terrible problema que les gastaba todas las energías del día, de la noche, del fin de semana.  No es que hubieran los conocidos cortes o los cobros arbitrarios, sino que el  líquido elemento era escaso en ese planeta. No había ni agua para ti ni para mí, se podría decir con conocimiento  de  causa. Otro inconveniente era que todavía no había relleno sanitario y la basura amanecía en cualquier parte. Pero lo peor de todo, era que debido al clima y a los vientos marcianos, no existían los feriados largos ni las fiestas de jueves a domingo. El aburrimiento más brutal no se podía remediar con las conocidas cervezas.

Es que en marte todavía no se inventaba ese otro líquido elemento. No se conocía ni la cebada. De manera que los iquitenses anhelan volver como en el vals. No les importa que en Iquitos las cosas sigan mal, que la basura persista en calles, en esquinas, en patios, en  huertas. Tampoco les interesa que Charles Zevallos siga lanzando su candidatura, que a los símbolos del gallo, del  pollo, de la gallina se hayan sumado otras claves de la zoología. Anhelan regresar en un último  viaje hacia Iquitos y no quieren entender que la nave  espacial  que les llevó a lo inmenso ya no existe.