En un cuadrilátero público, levantado en plena Plaza 28 de Julio, el antiguo candidato Jorge Monasí ofrecerá esta noche una demostración fulminante de lucha libre. La pelea será él sólo contra varios contendores escogidos de los barrios más liosos y pendencieros. De eso vive ahora el citado luego de que en el día central de las ya olvidadas elecciones del 2014 perdiera los papeles. Todavía se recuerda que apareció enardecido en algunas mesas de votación, vestido con una pantaloneta de boxeador y con sus puños escondidos dentro de guantes furiosos. No esperó el final de la contienda de las urnas y armó un violento fandango agrediendo a los que supuestamente no habían votado por él.

En una camisa de fuerza tuvo que ser metido el referido candidato con guantes y todo para luego ser traslado a la capital. El médico de turno diagnosticó, luego de pertinentes análisis, que el boxeador enfurecido había sido alucinado por la propaganda electoral donde prometía pelear contra varios inconvenientes a la vez, algo que nunca pudo hacer ni el mismo Mauro Mina. El señor Monasi estaba tan convencido de que podía fajarse contra la basura, la inseguridad urbana, los agujeros en las calles, los ruidos de todas las horas, los menores de edad en las fiestas, los embarazos adolescentes, pero su energía corporal no le dio para tanto, ni porque se alimentó con sus mismos sopones motocarreros.

Cuando el señor Monasí salió del nosocomio, completamente restablecido pero sin banca, sin pollitos piadores, sin nutridos sopones y sin el terreno que anteriormente había regalado a los moradores, tuvo que ganarse la vida con el sudor de su frente y con el esfuerzo esmerado que le imponían sus aptitudes físicas. Así rompió ladrillos con la cabeza, torció fierros con sus dientes, dobló cucharas con la mirada, boxeó contra rivales que tenían los brazos amarrados y se especializó en lucha libre.