A las librerías de viejo o de libro antiguo siempre las miro con cierto respeto ¿serán por los años de los libros, de la librería? Hay un halo de solemnidad cuando te acercas a ellas. El olor, sí el olor, es el olor del tiempo impregnado en las hojas de los libros ¿será acaso el sudor del tiempo, de las lectoras de esos libros? No es igual a comprarte un libro nuevo – en ambos, en los libros nuevos y viejos, suelo meter la nariz, nada pequeña, entre las páginas, quiero olerlo, respirar. Es un placer que dura breves segundos y que me transporta en el tiempo. Palpo el lomo del libro. Vuelvo otra vez a olerlo. Es un latigazo a los sentidos. En mis paseos suelo pasar por la Cuesta de Moyano, son pasos casi obligatorios pero placenteros, hay un par de casetas donde suelo detenerme. Tienen libros interesantes. Una vez encontré el libro de un poeta peruano, del grupo Kloaca y autografiado por él ¿qué circunstancias hicieron que el libro terminara allí?, ¿le habrá dolido a la dueña desprenderse del poemario (la dedicatoria era a una mujer)? Una actividad interesante sería ser un detective de libros para tirar del hilo de la ruta lectora, como en este caso el libro de este poeta peruano, se podría hacer un mapa para trazar su viaje y a las lectoras y lectores que hemos leído el libro –por el momento el libro del vate peruano está en el Olmo. Es lo que se puede encontrar en estas librerías de viejo. Hoy, muy de mañana, mientras repasaba los titulares de las noticias hay una que me llamó la atención: en una librería de viejo en Badajoz, en Extremadura, de nombre, Cien cañones – tiene gran consonancia con el hallazgo, en la calle Virgen de la Soledad – virgen oportuna de la calle, el librero se percató que un libro pesaba más de lo normal. Fue a escrudiñar el libro y al abrirlo se encontró con un hueco y allí, dentro del texto, el mecanismo de una bomba de relojería. Se quedó de piedra e, inmediatamente, llamó a la policía ¿Qué cosas se le habrá pasado por la cabeza al librero (era un caballero quien lo descubrió)? Le dijeron que el libro bomba no podía explotar porque carecía de batería, seguramente las gentes de la librería suspiraron y sonrieron por las agonías que les hizo pasar el hallazgo. El libro bomba “Reyes mendigos” era del francés Jean Larteguy (1920- 2011). Son estas librerías, las de viejo, las que nos deparan siempre sorpresas.

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