La última vuelta a Perú me ha hecho reflexionar sobre el regreso a la patria de quien vive en el extranjero y que regresa a su país con unos libros bajo el brazo. Concretar, aquel ha publicado en editoriales modestas en Perú, donde no todo es comercio, para decirlo de alguna manera. No aludo a los patas que publican en editoriales con miras más comerciales y que son acompañados por los flashes de la mercadotecnia en el tour como productos de venta a un gran público. La reflexión la digo a título personal, y cualquier similitud con alguien, es solo una coincidencia como suele decir el latiguillo, en letra pequeña, en los textos o películas. Este regreso al terruño casi siempre no es fácil. Hay que ir lidiando con situaciones de contexto que se ignora desde lejos, y más cuando hay un océano de por medio. Hacer una agenda de las presentaciones de libros cuesta sudor y  kilos  de incertidumbre, todo se puede ir al traste en cuestión de horas como la aparición de los recelosos y “estructurales” fantasmas del pasado que nunca faltan a la fiesta. Por las caras y los gestos de los que están alrededor “del llegado” te puedes dar una idea de la situación, son caras largas y de displicencia por lo que se hace. En mis visitas me he topado con editores cargantes y rostros de enfado. No es una situación de fácil digestión, salvo a los amigos que están en las duras y maduras que se alegran de tenerte por estos charcos. La vuelta es un proceso de desgaste emocional. Recuerdo una vez de visita en Ihla Grande alguien me mandó el recado que no podía verme porque no salía de noche, sabiendo que otros lo veían en sus arrumacos nocturnos y clandestinos ¿cosas de la selva? Solo me produjo una sonrisa floja. La tensión en estas presentaciones son las cortapisas que emergen cuando uno menos piensa. No hay nada cerrado hasta el último segundo de la puesta en escena. En las presentaciones de los libros, por lo general, están los amigos y la familia extendida, aunque también es cierto, que hay parientes y amigos que pasan de uno. En esta vuelta vuelves a recordar los rostros de amigos y amigas que dejaste, ha pasado el tiempo como consta en mis canas y arrugas. Los que volvemos creo que, a veces, nos generamos muchas expectativas con el trabajo realizado, pero el público local lo mira con cierta desgana. Estamos en ese limbo contrapuntístico como decía Edward Said, por los exiliados que vuelven. Es cierto que en el ámbito local están en otros procesos y en diferentes momentos personales. En el exilio también vivimos esos procesos y tensiones porque reflexionas desde la distancia y sin inmediatez que para muchos es una labor de chalados. Me da la sensación que los que volvemos estorbamos un poco en la casa, eres él que viene y no él que estás aquí dando la cara todos los días en estos lagos de injusticias. Cada regreso al terruño causa más de una gastritis, pero nos empeñamos que la vuelta sea más agradable a pesar de todo.

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