Desde el mismo momento en que el señor Daniel Urresti supo que había sido elegido congresista,  declaró que no iba a cobrar ni un solo céntimo por su trabajo legislativo. Y luego dijo que iba a entregar un proyecto de ley para que los parlamentarios elegidos no ganen ni un ochavo. De esa manera fue planteado por primera vez el trabajo gratuito entre los escaños. Lo más asombroso de todo ello fue que los 130 congresistas votaron a favor de la moción de Urresti. Así fue como en el Perú de siempre y jamás de los jamases la labor parlamentaria se volvió un oficio sin sueldo. En forma increíble los 130 parlamentarios, se vieron en la necesidad de realizar trabajos y recursos para ganarse la vida y parar la olla. Cuando no estaban en el Congreso,  discutiendo las leyes importantes que iban a cambiar la historia del Perú,  se dedicaban a la labores menudas como lustrabotas, cocineros eventuales, vendedores de baratijas en los mercados, prestamistas raudos de dinero bien habido.

                El ciudadano Daniel Urresti fue más allá. En un acto extremado dejó hasta de cobrar la pensión de policía que recibía y se dedicó a cantar en los atestados microbuses de las horrendas calles de Lima. Después de pasar el sombrero se iba a su curul a presentar leyes que buscaban acabar con el sueldo de funcionarios, asesores, ministros y hasta el mismo presidente de la república. En el Perú de entonces y de nunca estalló una corriente de simpatía porque era el momento en que realmente iban a aparecer los que realmente querían beneficiar al pueblo, y no servirse del cargo y del poder. La pobreza franciscana o no se convirtió desde entonces en la marca registrada de todo aquel que aspiraba al uso y abuso del poder. Era impresionante ver desfilar a esos hombres con sus ropas remendadas y descalzos que querían ser congresistas. Era la exacerbación de la indigencia y eso parecía el destino de los nuevos servidores de la patria. Pero algo pasó.

El mandatario Martín Vizcarra, cansado de combatir contra los mociones sobre rebaja de sueldos, salarios y pensiones,  se vio obligado a cerrar ese Congreso que proponía la producción gratis y fue así como Daniel Urresti fue deportado a una isla para ser sometido al castigo de los trabajos forzados. De esa manera se acabó esa posibilidad del trabajo gratis en el Congreso y en otros lugares de la patria de los bobos