En un intento desesperado por ganar el primer lugar en las encuestas que él mismo mandaba hacer, el candidato Quinto Vásquez se dedicó a mamar a fondo. En sus declaraciones a la prensa especializada, en   cobrar, en sus andanzas por los lugares deprimidos de Punchana, o sea todo el distrito, en sus ruidosas manifestaciones públicas, en la efusión de sus claros y meridianos discursos, el aludido no dejó de succionar cualquier objeto, como palillos de fosforo, trapos viejos, pedazos de palo, porciones de viruta y otros derivados del reciclaje urbano.

El día de las elecciones de aquel octubre del ya olvidado 2014, el citado acudió a votar mamando un chupón de criatura, una paleta de confite y un helado de sabor local. Era el fin de una campaña bastante peculiar cuyo lema invisible era aquello del que no llora no mama. Candidato emblemático del abundante chuchoterismo local, de la fuerza succionadora de los bienes ajenos o estatales, no logró sin embargo ganar el apoyo del voto indeciso, y al final ocupó uno de los últimos lugares en aquella campaña que ya nadie recuerda, salvo los de buena memoria.

Era evidente que mamar no era una buena estrategia para ganar un cargo importante. Era conveniente cambiar de fórmula vencedora. Luego de estudios y encuestas, Quinto Vásquez cambió de conducta electoral. En la presente campaña el citado busca con ahínco y fervor la alcaldía de Mazán y ya no succiona los diferentes objetos, ni considera que el que no llora no mama. Es que se dedica a comer las casas que sus muchos partidarios acumulan diariamente en su local partidario. Su lema de campaña viene imponiéndose debido a que es simple y elemental y consiste en decir a voz en cuello que comer es mejor que mamar. Es posible que con el tiempo el que no llore no pueda ni almorzar.