Allí en el desierto, bajo una simbólica jaima, nos enteramos de una historia de lo que significó la guerra civil española para muchas familias. Fue una guerra que partió al país, a las familias, a las ideas, a pueblos enteros, a los hermanos y hermanas. Mientras contaba la voz de K se humedecía de emoción. El bisabuelo de la familia emprendió la aventura en tierras americanas. Y recaló en Perú. Estando en Perú tiene una hija con una mujer peruana (K como Jorge Luis Borges, tiene un centímetro cúbico de sangre indígena). Posteriormente, la madre muere. Y el emprende el viaje de vuelta a la península con la hija, quien es educada en un internado. El bisabuelo forma otra familia y al morir este, la chica hereda una pequeña fortuna con la que es educada. La educación liberal recibida hizo de una mujer muy de avanzada, de ideas, para su época como dedicarse a la lectura ¿Pueden imaginarse a una mujer, casi sola, rehacer su vida en el exilio? Debe haber sido muy duro. Se casa con una persona de aquí, y tiene una hija (llegue a conocer a la mama de K, quien tenía la costumbre de guardar por años cosas en los lugares más insospechados de la casa). Quien luego contrae matrimonio con un militar español. Este militar español tiene un hermano también militar, y en la guerra civil, uno de ellos optó por un bando, y el otro se mantuvo neutral. Quien optó por la república fue dado de baja y apartado de la vida militar. Y el otro se mantuvo en el Ejército pero muy condicionado en los ascensos (seguramente figuraba en el CV la conducta de su hermano, es una presunción de la ficción o de quien escribe esta crónica). Desde entonces hasta hoy, las familias no se volvieron a cruzar. Alguna vez el padre de K contactó con un sobrino que vivía en Valencia, pero no volvieron a saber más de la familia. Una guerra que dejó muchas heridas y partió en dos a la familia y que todavía cuando se habla de ella, la sociedad española, se vuelve a partir en dos.